Ahí va Silvio otra vez, guitarra a cuestas, con sus amigos. Insiste en hacer Revolución. No se queda atrás, evoluciona y regresa a los barrios, con los humildes. Les lleva el consuelo y lo hermoso que habitan en una canción y la franqueza que se acurruca en su gesto.
Víctor llevaba más de dos horas esperando, sentado con el radio entre las piernas y una inefable sensación de eternidad congelada entre transistores y piezas elucubradas por la inagotable inventiva del cubano. El taller de reparaciones de equipos electrodomésticos semejaba una reliquia salida de algún pasaje quijotesco, que hasta al propio Cervantes le hubiera costado imaginar.
Quiso estar bien con tirios y troyanos, y quedó muy mal la Comisión de la Verdad: no podía ser peor el precedente que sienta su veredicto, a instancias de la OEA, como fruto de aquella cuestionable negociación que jamás hizo retornar la institucionalidad a Honduras una vez depuesto Manuel Zelaya.
Los decimistas son una tribu poética rara, de fraternidad ingénita, que cada vez que se encuentran arman de afectos un bosque o una catedral. En Las Tunas, cuando los convoca la voz del Cucalambé, andan risueños y livianos como en el plancton más gustoso de sus imposibles.
Si es noticia la tiene Radio Reloj. Desde hace más de seis décadas esta premisa ha caracterizado el trabajo de esta emisora nacional, que el pasado 1ro. de julio arribó a sus 64 años, y que este viernes, por decimocuarta ocasión, recibió la distinción de Vanguardia Nacional, como reconocimiento al trabajo del equipo de reporteros y locutores que permite mantener informados a todos los cubanos durante las 24 horas del día.
En el curso de los acontecimientos humanos y mientras más «civilizada» es la civilización, las guerras se reproducen como criaturas monstruosas del egoísmo supremo y entiéndase por el capitalismo o la época que todavía corre. En ellas, probablemente, son los niños quienes más sufren, cuando la felicidad y la alegría debieran ser su estatus de vida; pero la guerra no los perdona, estén en las filas de los agredidos o en las del agresor.
H. Zumbado, nombre imprescindible del humorismo más cubano y agudo, ese del «látigo con cascabeles» al decir martiano, asaetó hace décadas por «pérdida de fijador», en una de sus habituales columnas en este mismo diario, aquellos servicios a la población que se iniciaban de maravilla y, poco después, entre la humana molicie y la falta de exigencia administrativa, terminaban igual que los perfumes falsos, embriagadores al abrirse el frasco, pero que no dejan aroma perdurable.
Dicen los etimólogos —que no son especialistas médicos, sino estudiosos del origen de las palabras— que el término «sabotaje» procede del francés «sabot», ese calzado que en español llamamos «zueco». A principios del siglo XX, unos obreros franceses en huelga colocaron sus «sabots» entre las líneas del tren, para impedir que se pudieran hacer los cambios de vía, y así obstaculizaron el tráfico hasta que fueron satisfechas sus demandas.
«Todavía, mi niña. Todavía no estás lista. Déjame arreglarte un momento el pelo y correrte la faja del vestido. Fíjate, no se te olvide secarte la frente si te pones nerviosa y sudas. Eso sí, muéstrate alegre todo el tiempo. Acuérdate de que vamos a estar tirándote fotos. Por lo demás no te preocupes, yo estoy segura de que vas a salir bien», le indicó en alta voz la madre minutos antes de que la joven entrara en acción.
CARACAS.— El inicio del retorno desbordó el alma bolivariana. La alegría tomó las calles de Caracas y de toda Venezuela desde bien temprano del lunes, a medida que se iba conociendo que su Presidente volvió, porque era el retorno de la esperanza y la luz de un pueblo. Desbordaron las plazas Bolívar y se aprestaron a dirigirse a las inmediaciones del Palacio de Miraflores tan pronto fueron convocados al Balcón del Pueblo para las cinco de la tarde. Fue entonces el paroxismo total, la mayor manifestación de amor entre un pueblo y su líder.