El nombre de Ricardo Riverón Rojas está intrínsecamente relacionado con la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en Villa Clara, donde salió electo presidente de su Comité Provincial. Este escritor, miembro hace más de 30 años de la organización que agrupa a la vanguardia artística de la Isla, asume esta responsabilidad con la firme convicción de mantenerla como un espacio para el debate fecundo sobre la cultura y la vida en la nación, donde se potencie lo mejor de la creación artística.
Como poeta, cronista, editor y promotor cultural, tiene la misión de mantener el espíritu renovador y transgresor que caracteriza a la Unión, y reconoce en su 10mo. Congreso una oportunidad para reflexionar y proyectar el futuro de la organización y la cultura cubana como «espada y escudo de la nación».
—¿Cuáles son sus expectativas al asumir este cargo?
—La presidencia de la Uneac es una responsabilidad que me viene dada por elección, o sea, no es un nombramiento, y eso compromete doblemente. No me comprometo ante unos jefes, sino ante una masa que me eligió.
«Lo primero es mantener la tradición de hacer de la Uneac el espacio donde se concierten las mejores propuestas de lo artístico y la oferta cultural, y poner la atención en la creación.
«Que cada día tengan más posibilidades los artistas de crear su obra en el mejor ambiente posible y también de que la Uneac sea un espacio donde esa obra trascienda el ámbito personal, y de una manera diferente a como lo hace en las instituciones de cultura.
«La programación que la Uneac debe armar y orquestar por naturaleza debe ser diferente a la que ofrecen las instituciones culturales. Tiene que ser diferente, porque supuestamente el mayor talento, la mayor experiencia, el mayor nivel artístico jerárquico está aquí; por lo tanto, no procede repetir lo que hacen otras instituciones, no tendría sentido.
«Tenemos que pensar una programación multidisciplinaria, donde se involucren en una misma propuesta todas o varias filiales de la Uneac: literatura, música, artes escénicas. Y que también esas propuestas se elaboren con el rigor que debe caracterizarlas. Esa es una parte del trabajo: cómo atendemos la creación, porque los caminos son múltiples y cada uno más complicado o diverso. Lo otro es cómo la ofrecemos.
«Los retos son muchos porque también la Uneac tiene que aportar a la reflexión sobre política cultural, la realidad, la cotidianeidad; y sobre lo que ocurre en el mundo también: qué ocurre en el arte, en la vida, en la cultura, cómo se debe pensar la cultura en Cuba para organizar su promoción, su modo de expresión. La Uneac siempre se ha caracterizado, y en específico este comité provincial, por la profundidad de sus debates, por su diversidad y desprejuicio, por los sentidos a veces polémicos que logramos insertar en nuestros intercambios.
«Por ahí anda la idea general, que aún no es una idea con todos sus detalles consolidados, pero el hecho de que yo haya estado vinculado aquí a la Uneac como vicepresidente desde 2008 favorece una visión de todo lo que se logró en un momento para traerlo de nuevo, o renovarlo, y que cumpla esta misión de que seamos un lugar donde se le pone rostro humano a todo el proceso revolucionario del socialismo.
«El rostro del proyecto político cubano está precisamente en la cultura, y la Uneac es uno de los elementos más importantes de la cultura del país. Eso es lo que debo empezar a enfrentar aquí como presidente».
—Como usted decía, ha formado parte del Comité Provincial de la Uneac durante muchos años. ¿Cuánto lo ha nutrido, no solo como directivo sino como artista?
—Yo soy miembro desde 1990, o sea, hace 34 años, y soy del ejecutivo desde el año 2008, y creo que lo más que me ha aportado como creador es una visión total de la cultura del país, la multidisciplinariedad de los procesos; eso de alguna manera ha nutrido mi imaginario para que se refleje en mi obra; me lleva a pensar con coherencia, a pensar con organización, a estructurar el pensamiento creativo y ser libre para poderlo expresar.
«Pero en el aspecto que más me ha aportado ese vínculo con la Uneac es en el de aprender a mostrar la creación de la manera más eficiente para un público. Es en lo que más he aprendido, y no solo en la Uneac, porque desde antes yo trabajé en el Centro del Libro, atendiendo procesos de creación de una editorial, de un sistema de eventos. Todo eso concurre y aporta a mi gestión, más que a mi obra… aunque también a mi obra, porque organizar el pensamiento a la hora de crear tiene que tener alguna repercusión, más bien subconsciente… no es exactamente que yo voy hacer esto porque lo pensé así: el subconsciente va apropiándose de aspectos, muchos de ellos emocionales, otros racionales, y la obra tiene que beneficiarse con eso. La medida en que lo hizo no lo sé. Pero yo sé que sí».
—¿Cuáles cree usted los temas más urgentes a debatir en el 10mo. Congreso de la organización?
—De hecho, los congresos de la Uneac son los espacios de debate más intensos y profundos que yo he podido presenciar en la dinámica política cubana. Sobre todo en materia de política cultural, pero casi nunca nos quedamos en ese terreno, casi siempre vamos a aspectos de la sociedad.
Por supuesto que del 2019 (año del último congreso) al 2024 el país ha sufrido tremendas transformaciones, una parte de ellas, por desgracia, negativas: depresión de los niveles de vida, limitaciones para la gestión cultural y para hacer eventos… Lo sorprendente de todo eso es que la cultura no ha cesado, ni con bloqueo, ni con pandemia. Nada ha hecho que la cultura cese.
«Incluso en el año 2023, según estadísticas del Ministerio de Cultura, se llevaron a cabo más actividades que en años anteriores; o sea, creció en ese sentido. ¿En qué crece la cultura? En programación, en actividades presenciales. Sin embargo, otras actividades, como el libro de papel, por ejemplo, ha sufrido una depresión enorme, y yo creo que es uno de los temas a discutir por la Uneac: rescatar esa producción, quizás gradualmente.
«Los caminos tal vez no sean los que hemos seguido siempre en las editoriales, tal y como las conocemos, las del Instituto del Libro. Puede haber otros gestores, otras personas que aporten a eso. Las industrias culturales, por ejemplo (las llamadas industrias culturales, que para mí no son industrias, son empresas comercializadoras), generan un ingreso que pudiera beneficiar a esa producción del libro. Yo creo que esa es una de las grandes carencias.
«Hay otros elementos, medidas que en lo económico se tomaron, pero no tuvieron un equivalente en las legislaciones sobre cultura. Por ejemplo, la ley de derecho de autor se modificó en algunos de sus aspectos, sobre todo los de las publicaciones periódicas. Se venía pidiendo desde mucho tiempo atrás porque nos estábamos rigiendo bajo una ley del año 80, la 157, y se cambió por la ley 70, y se ampliaron los montos a pagar. Por un artículo antes se pagaban 40 u 80 pesos, ahora el mínimo pasó a ser 300 pesos, pero después de eso vino el reordenamiento monetario e hizo evaporarse por completo esos aumentos. Yo creo que esas leyes deberían tener nuevamente una mirada desde lo legislativo, desde la Asamblea Nacional.
«Como la debe tener la ley tributaria, que también tiene un impacto grande en los artistas; ahora el ingreso nominal es superior, sin embargo, las escalas del mínimo exento de pago se mantuvieron, y muy rápidamente los artistas entran en unos montos muy grande a pagar y de pronto usted tiene que tributar el 50 por ciento de lo que ingresa. Si a esto le quita también los gastos en los que incurrió para hacer esa presentación, el artista sale bastante perjudicado. Yo creo que esa ley debía mirarse también, y el congreso deberá pronunciarse sobre eso. De hecho, ya en la asamblea se planteó.
«Hay otros elementos, como la dinamización de determinados procesos relacionados con lo comunitario, importantísimos. Porque parecería que no, pero la importancia de lo comunitario está relacionada con las mismas carencias. La gente ya no tiene transporte para moverse fácilmente. Entonces, si usted acerca a la comunidad la propuesta cultural, no pierde a ese receptor.
«Creo que un aspecto a rescatar también, por el sistema de la cultura en general, es la relación con las universidades. En determinado momento eso tuvo una dinámica superior que la actual. Hoy quizás en la Feria del Libro y el Festival Universitario del Libro y la Lectura se llevan libros y autores allá, pero yo creo que se ha quedado mucho en lo puntual, no va a lo esencial. Por ejemplo, las carreras de Letras, Periodismo y Socioculturales de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas (UCLV) no participan en las dinámicas de los grandes eventos literarios aquí: de la Feria del Libro, del Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara, de lo que organiza la Uneac… a no ser que haya algún alumno interesado, pero yo digo como institución, integrar eso plenamente.
«Otro elemento muy deprimido en la vida cultural cubana es la crítica artística y literaria, y qué mejor fuente para eso que las universidades. En otra época nosotros llevábamos nuestros intereses y en la Facultad de Humanidades, donde está la carrera de Letras, se hacían trabajos de diploma, trabajos de curso sobre autores y procesos de aquí.
«Esa práctica se abandonó, ese convenio. Igual un profesor hacía un año sabático con nosotros, investigando un tema de nuestro interés a través de una beca. Porque las carreras universitarias no ponen énfasis en lo que está pasando aquí, inmediato, sino en toda la historia literaria del país y del mundo, y ese otro interés tiene que conveniarse.
«Creo que ese es uno de los puntos también a debatir: cómo poner a interactuar la UNEAC y las instituciones culturales con las universidades de un modo más intenso, y como mismo digo en las universidades sigo para las escuelas, pues no creo que estén recibiendo el impacto de la programación cultural con la fuerza que merecería.
«Esas son algunas de las cosas, de momento, porque si siguiéramos hablando serían más, y muchas insatisfacciones, y en todas ellas tiene que intervenir la Uneac, tiene que alertar y, en la medida de lo posible, ella misma suplir esas carencias. Hay que lograr que la cultura ocupe nuevamente el espacio que le corresponde, porque su protagonismo ha sido desplazado totalmente por lo económico.
«Es entendible, razonable… hoy son más apremiantes los aspectos económicos. “Ganado tengo el pan, hágase el verso, decía Martí”, y sí, el pan está primero, es verdad, pero en la medida en que se recupere el pan, la cultura debe ir rescatando su protagonismo, porque, como dijo Fidel en el congreso del año 93, la cultura es lo primero a salvar, y si perdemos la identidad, la cultura, el valor de símbolo (como decía Abel Prieto cuando recibió el título Doctor Honoris Causa en Ciencias Filológicas de la UCLV), ya por ahí vamos a perderlo todo: vamos a perder a la masa humana, esta que nosotros necesitamos que sea cada vez más consciente y más rica culturalmente».
—¿Cuánto cree que aporta un espacio de debate como el Congreso a la propia organización y a la cultura?
—Siempre que se hace un congreso, se extrae de sus planteamientos y sus acuerdos un plan de acción que los organismos comienzan a tratar de ejecutar. No en todos los casos se concretan como queremos, pero siempre ha habido un efecto. Por ejemplo, puedo mencionar el congreso del 98, cuando afloró el tema del racismo. O el tema de la enseñanza artística que se había abandonado, y hubo una respuesta inmediata del país y de las instituciones. Así se han tratado otros temas, como la homofobia…
«Todos los grandes debates han pasado por los congresos de la Uneac, y siempre es práctica común del estado listar todo eso y comenzar a tratar de instrumentarlo y hacer que se cumpla por quien tenga que hacerlo. A veces son utópicos y no es posible cumplirlos, pero siempre se ejecutan acciones en torno a lo que se plantea.
«Yo creo que el reto está en que el congreso alcance el nivel reflexivo que se requiere, porque hubo congresos que no lo lograron, como el de 2008 que fue muy fallido, para mí. Ya el del 2014 fue un poco mejor, y el de 2019 fue muy bueno.
«Pero pasó todo lo que pasó del 2019 hacia acá, y de las cosas que se plantearon, algunos se concretaron, pero otras están todavía ahí, en el sueño. La relación con el turismo es una de ellas: en la medida y con la calidad que la queremos, nunca se ha podido concretar plenamente. Congresos más, congresos menos, no hay manera de lograr una fuerza en ese actuar conjunto de los artistas y el turismo. Las flaquezas y las insatisfacciones son muchas, pero no las vamos a enumerar aquí ahora».
—Desde el momento en el que a usted se le elige como presidente, innegablemente su nombre va a estar ligado durante ese período a la Uneac. ¿A nivel personal, cuánta responsabilidad siente con ser el representante en Villa Clara de una organización que agrupa a la vanguardia artística del país?
—Lo primero que te puedo decir es que es una responsabilidad que nadie quiere. Yo mismo no la quería. Pero hay un elemento, quizás sea generacional, que me impide ver el deterioro, la destrucción de las cosas, y pudiendo hacer algo no hacer nada. Con mi edad me debía haber recogido en mi casa, porque estoy jubilado hace muchos años. Era vicepresidente no profesional, nunca acepté ser ni siquiera vicepresidente primero.
«Pero viendo que, lamentablemente, el mejor presidente que ha tenido la Uneac en Villa Clara, Antonio Pérez Santos (Tony Pérez), falleció en el 2020, y luego la sucesión fue Roxana (Pineda Labairo), pero no quiso continuar, todas las perspectivas estaban enfocadas hacia mí. Hay muchas expectativas en torno a mi persona que yo no sé si pueda satisfacer. Lo único que puedo decir es que voy a tratar de esforzarme.
«Para mí significa una especie de inmolación desatender aspectos de mi obra y cosas personales para atender aspectos que son de la obra de otros, pero en un momento determinado decidí aceptarlo y hacer lo que pueda hacer. Siempre va a haber inconformes, pero espero que sean los menos posibles».
—En las conversaciones con miembros de la Uneac de Villa Clara siempre las personas mencionan el trabajo de Tony Pérez. ¿Cuánto aportó Tony a la cultura en Villa Clara en el tiempo que estuvo al frente de la organización?
—Lo primero que aportó Tony a la Uneac fue un sistema de trabajo. No hacer cosas aisladas, pensarlo todo como un sistema y darles prioridad a los creadores, a los artistas. Lo más importante no eran los empleados de la casa, la parte administrativa, sino los artistas. Eso, gracias a él, se concretó. Activó muchos proyectos al estilo del momento en que él estaba. Ya muchos no son los que demandan estos tiempos, pero en su momento jugaron un papel grandísimo y le ganó una enorme aceptación.
«También creó una imagen de limpieza y transparencia administrativa. Aportó un envidiable sistema de relaciones con instituciones y organismos políticos y del estado, al extremo de que, gracias a eso, se sostuvieron muchos proyectos que la Uneac no tenía como viabilizar económicamente.
«Esa voluntad de las instituciones se mantiene. Por ejemplo, tenemos un premio, El Hilo y La Cuerda, y la dirección provincial de cultura asume muchas de las cargas que tenemos para lograrlo. De no ser así sería un evento bastante deslucido, pero gracias a eso tiene otro nivel.
«Además incentivó un diálogo fecundo. Siempre estuvo convocando a la polémica sin caer en el irrespeto, y tuvo receptividad. Otra cosa de Tony fue que él aprovechó, no sé si consciente o inconscientemente, un principio que alguna vez le escuché decir a Walt Disney cuando le preguntaron cuál era la clave de su éxito, y respondió: “«me he rodeado de personas más inteligentes que yo”. Tony se rodeó siempre de personas inteligentes y trabajadoras, y eso es una cosa muy difícil: hacer equipo. Él hizo equipo en todos los sentidos, entre creadores y con la parte administrativa.
«Logró también mejorar la imagen física de la Uneac. En su período fue que se hicieron las inversiones en la casa de la Uneac. Lo transformó todo: el Foro Agesta, la galería, la librería, el Patio Azul. Son ideas que él llevó a cabo y gracias a él fueron posibles. Entonces, ese legado hay que tratar de mantenerlo, recuperarlo, llevarlo más allá si se puede».
—¿Cuál le gustaría que sea la imagen que tengan los miembros de la Uneac de su período al frente de la organización?
—Lo más cercano posible a lo que hizo Tony Pérez, y también de un lugar donde siempre se está pensando en renovación. O sea, un lugar donde la rutina no tenga cabida y podamos ir más allá de lo repetitivo constantemente. Las prácticas culturales generan rutinas, y cuando usted repite un esquema muchas veces, el público se pierde. Entonces, eso es una cualidad en la que estoy pensando.
«Partir de lo que hicimos en el espectáculo Yo tengo un país, de vincular las cinco filiales de la UNEAC en un mismo espectáculo. Eso antes no lo habíamos hecho, pero ya lo hicimos y tenemos que pensar en cosas así. Ahora, no hay que repetir ese espectáculo: hay que pensar en otro con esas características, otra programación. Eso sería quizás lo diferente que podríamos aportar, y lo otro es acercarnos lo más posible al sistema de trabajo de Tony Pérez».