Cuando inició la guerra en Libia, quizá todavía se escuchaba el eco del sonar de copas. Sin embargo, el brindis de EE.UU. por una supuesta «misión cumplida» en Afganistán, al parecer resultó demasiado adelantado. La nación centro-asiática está muy lejos de los objetivos que Washington se planteó cuando inició la «guerra contra el terrorismo» en 2001, mucho menos de la paz.
Parece claro: sin conciencia crítica, sin revisión actualizadora, mediante el conocimiento, de las ideas y principios con que intentamos transformar la realidad, tal vez todo siga siendo un deseo. Juzgadas así las circunstancias en que Cuba intenta seguir construyendo el socialismo, tendríamos que aceptar que las experiencias más válidas del último medio siglo no yacen principalmente bajo lo que la sociedad cubana haya concebido y ejecutado con acierto. Pensemos en si lo más útil ahora no implicaría tener en cuenta, sobre todo, los errores. Bajo las cenizas siguen parpadeando como carboncitos enrojecidos, advirtiendo que la candela es todavía posible.
Con harta frecuencia lo decimos. Quién aquí escribe y sus lectores, cualquiera en el seno familiar, en los entornos laborales y de estudio, donde quiera: «qué hambre tengo». Pero ese grito que pretende ser desesperado se pronuncia con tal vigor en la voz que suena contradictorio y pronto se comienza a dudar de la veracidad de lo expresado, o por lo menos a sospechar que se abusa del término.
¡Cómo desearía que estas líneas lograran llevar consigo la armonía de un guateque, con esa afinación y ese deleite con que la Reina indiscutible de la campiña cubana, nuestra Celina González, nos ha abrazado sonoramente durante mucho tiempo, poseída por un timbre autóctono que ha de recordarse siempre!
La historia juega con las fechas del almanaque, tal parece que se ríe de ellas. Hay hechos históricos que, por una razón u otra, han ocurrido el mismo día, aunque en diferentes años. El Comandante Ernesto Guevara nació el mismo día que el General Antonio Maceo. El presidente chileno Salvador Allende fue derrocado el mismo día que los terroristas derribaron las Torres Gemelas de Nueva York. El ataque japonés a Pearl Harbor ocurrió el mismo día en que Maceo cayó en combate en la provincia de La Habana. Un hecho histórico, aunque solo para mí, es que llegué a este mundo, con 25 años de diferencia, el mismo día en que fue asesinado por órdenes de la CIA en Bolivia el Comandante Guevara. Si alguien se pusiera a registrar la historia de la humanidad, se encontraría miles de hechos importantes para la evolución de la misma que han ocurrido el mismo día y mes.
Cuba es una madre privilegiada. De esta tierra nacen hombres y mujeres hechos de esas fibras excepcionales que deberían ser la regla y no la excepción planetaria. No necesita esta Isla importar personajes e historias para educar y asombrar a sus más pequeños, porque de sus esencias nacen héroes capaces de los más generosos sacrificios. Son parte de este pueblo, cuya historia, antigua y cotidiana, es digna de cualquier desprendimiento. Son hijos de Cuba.
Fue, es, uno de esos héroes con música en el alma y palabras para conservar los combates, los esfuerzos y los sueños, que al decir de Roberto Fernández Retamar, hacen dichosa a la Revolución Cubana.
Parece que fue ayer La muerte de un burócrata, esa deliciosa farsa del Titón Tomás Gutiérrez Alea. Y no por la relatividad del tiempo. Perdurabilidad artística aparte, la vigencia de la comedia, lo que la hace la película cubana más citada en la trama cotidiana de nuestra gente, es su incómoda inmanencia en la realidad, después de tantos años.
Imagine que, mientras Robin Hood acecha el paso del próximo ricachón, aparece de repente en el bosque el sheriff de Nottingham. El funcionario real se apea del coche y grita en la espesura que ya está cansado de extorsionar a los más pobres, por lo que ha decidido devolver parte del mucho dinero que, objetivamente, no tiene en qué gastar, y ordena a sus soldados que dejen en tierra tres baúles repletos de oro.
Seguramente en ningún libro de historia brillará el nombre de aquella mulata santiaguera. Tal vez nunca salga en un filme y nadie la recuerde en discursos de apología. Pero los que la sentimos batirse en la negrura quejumbrosa de aquel vagón, la recordaremos siempre.