El 1ro. de enero varios amigos alzamos las copas y uno, adelantándose, propuso brindar por el país que queremos. Otro, sin embargo, tiró el brazo hacia delante como deteniendo el ademán colectivo y rectificó: Brindemos, por el país que necesitamos. Aceptamos. Era la propuesta más adecuada. Porque el «país que queremos» resulta tan numeroso y contradictorio como el deseo que lo expresa. Tan diverso como las ideas, los propósitos de cada uno de nosotros.
Un alambre punzante divide Guantánamo. Y aunque el mundo lo crea, no es cosa nueva. Allá por 1903 Tomás Estrada Palma, inaugurando un largo capítulo de robos, les arrendó a los yanquis, a precio de feria y perpetua concesión, algo que no era suyo: la mejor tajada de aquella bahía.
Sin que me embargue el entusiasmo ni los arrebatos de fanático recalcitrante, y sin contarme entre esos que abuchean hasta ofender desde cualquier graderío beisbolero, a veces, con sutileza, me he preguntado cómo piensan esos otros hombres que, con traje de luto y a puro nervio, ante el alboroto pasional que se desata en un estadio, asumen la difícil y humana postura de impartir justicia.
«En la actualidad, no es solo una cuestión de justicia en sí, es la propia idea de la justicia la que está bajo ataque». Las palabras son de Arundhati Roy, escritora y activista india, pero podrían ser las de cualquiera que intentara esbozar un balance general de la primera década de Gitmo, como ha llegado a conocerse el campo de concentración que EE.UU. mantiene en la (ilegal) base naval de Guantánamo.
Solo la moralidad de los individuos conserva el esplendor de las naciones. José Martí.
En hora buena la Asociación de Economistas y Contadores de Cuba se dispone a proporcionar capacitación a los trabajadores por cuenta propia, en la deseable y propiciadora comprensión por parte de estos de la necesidad de un conjunto de saberes básicos para que la actividad que han emprendido se deslice sobre firmes rieles.
Sahar Gul tiene 15 años. Debería estar soñando con un príncipe azul o de cualquier color; con estudiar, con participar en el próximo festival de cometas en cielo afgano, con un futuro menos lejano. Pero no puede. En un hospital de Kabul la adolescente intenta recuperarse y después del infierno vivido esa debe ser su prioridad. O quizá lo haga porque respira, porque no tiene otra opción, porque el cuerpo sana…
La mañana fría, la apoteosis desbordada en las plazas, las calles repletas que aclaman a Fidel, quien saluda a un lado y a otro, mientras cada gesto o palabra suya estremece a la multitud. Es el 6 de enero de 1959.
Confieso que no lo sé todo del deporte. ¡Qué profundo!, dirán sarcásticamente. Pues sí. No poseo el verbo elocuente, la sapiencia casi divina, ni la lengua revoltosa de esos Quijotes irreverentes del Parque Central. Y permítanme aclarar que aquí tenemos ese otro tipo de ilustrados, diferentes en su aporte académico, pero igual de apasionados.
Detrás de la inocencia que muestran algunos niños al jugar a «matar» pueden esconderse actitudes irresponsables en el futuro; y aunque el hábito no hace al monje, al menos lo identifica.