La mañana fría, la apoteosis desbordada en las plazas, las calles repletas que aclaman a Fidel, quien saluda a un lado y a otro, mientras cada gesto o palabra suya estremece a la multitud. Es el 6 de enero de 1959.
Ha regresado a Santa Clara, una ciudad que tampoco le es desconocida. Aquí estuvo, por vez primera, el 14 de diciembre de 1950 para asumir su autodefensa, acusado de provocar disturbios en Cienfuegos. Por aquí pasó en mayo de 1953 cuando fue a visitar a su entrañable hermano de luchas Abel Santamaría y su familia en Encrucijada. Luego, ese mismo año, camino a Santiago de Cuba, el 25 de julio, se detiene aquí porque se le rompieron sus espejuelos. Fue a la Óptica López, en la calle Cuba, entre Eduardo Machado y Parque, donde se los confeccionaron.
Quizá, mientras avanzaba en aquel enero de 1959 al frente de la Caravana de la Libertad por la Carretera Central para enrumbar hacia el parque Leoncio Vidal, algún detalle le hizo recordar los días en que descubrió a esta ciudad. ¿Cuántos recuerdos atesorará sobre aquellos momentos?
Han pasado 53 años del histórico acontecimiento en esta ciudad, rememorado por los pioneros también en una mañana fría y de apoteosis desbordada, mientras aclamaban a Fidel como si estuviera allí, porque en realidad nunca ha dejado de estar en la memoria de los verdaderos revolucionarios.
Ahora la Marcha del 26 de Julio retumba en el parque Vidal. Y veo los rostros veteranos, que llegaron aquí con sus barbas hirsutas y fusiles colgados al hombro, extasiados, con una alegría inmensa, luciendo las medallas del coraje y de la entrega infinita.
¿En qué estarían pensando? Demasiado atrevimiento sería quebrarles, en ese instante, el hilo de sus íntimas remembranzas, pero una emoción especial advertí en ellos al escuchar aquel himno.
Debe ser porque sus estrofas les recuerdan muy hondo la sangre derramada, a los que cayeron, los ideales de libertad, la certeza del triunfo y cómo había que acabar con aquella plaga infernal de la dictadura.
La Marcha del 26, que eriza y convoca, en muchos aspectos mantiene su vigencia, porque en esencia es un canto a la Revolución a la que también, ahora mismo, la acechan peligros.
Fidel volvió a desandar la ciudad este 6 de enero en el espíritu de ese himno, en el de sus compañeros de armas, de los pioneros y del pueblo todo, que paseó nuevamente la victoria, como si hubiera ocurrido ayer.