Sin que me embargue el entusiasmo ni los arrebatos de fanático recalcitrante, y sin contarme entre esos que abuchean hasta ofender desde cualquier graderío beisbolero, a veces, con sutileza, me he preguntado cómo piensan esos otros hombres que, con traje de luto y a puro nervio, ante el alboroto pasional que se desata en un estadio, asumen la difícil y humana postura de impartir justicia.
Justicia que, como el mejor jonrón y con el ánimo enguantado en su amena prosa, ha querido ofrecer también el periodista y escritor villaclareño José Antonio Fulgueiras con su más reciente libro Los hombres de negro, presentado en el céntrico parque del municipio villaclareño de Santo Domingo ante un público que, desprovisto de protestas y desaprobaciones, se unió esta vez para compartir simpáticas historias sobre desempeños arbitrales.
En sus más de 140 páginas este texto, reconocido en el 2009 con el Premio Memoria y publicado bajo el sello editorial de igual nombre, perteneciente al Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, recoge con fino humor y técnica bien depurada el testimonio de más de una decena de importantes ampayas cubanos, entre los que se cuentan Alfredo Paz, Omar Lucero, Felipe Casañas (padre), Felipe Casañas (hijo), Orlando Camps, Melchor Fonseca, José Pérez Julián, Osvaldo de Paula, Jorge Luis Pérez, Eusebio Preval, Yanet Moreno y Luis César Valdés, quien prestigió con su presencia y la de sus padres esta primera acogida de la obra.
Al estilo de una singular antesala literaria, que precedió la reciente actuación del inspirado elenco beisbolero de Villa Clara en territorio del referido municipio, la presentación dio pie a las confesiones, los merecidos aplausos y la evocación como homenaje a aquellos que han devenido paradigmas universales del arbitraje, como el ya desaparecido maestro cubano Roberto Amado Maestri Menéndez.
Hablándose de ampayas y de las tantas anécdotas, jocosas unas, escalofriantes otras, que rondan esta compleja profesión obligada siempre a decidir, sobrevino la reflexión colectiva sobre cuán difícil resulta poner la mesura y la inteligencia humana en equilibrio, frente a esos ímpetus indetenibles que muchas veces se disparan en ráfagas.
Como los únicos autores que salen al escenario y sin apenas haber comenzado la función comienzan a recibir silbatazos y reproches, calificó a estos artífices imprescindibles del espectáculo deportivo el autor de la obra, quien aludió al acucioso tiempo y la concentración que le llevó la realización de cada trabajo, que ha logrado gracias a su agudeza como entrevistador, cronista y vehemente defensor de la pelota.
En atractiva plática, Luis César Valdés desgranó con su característica sapiencia lo que sucede con esta especie de juez no exento de equivocaciones, cuando arbitra en el propio terreno donde nació, e insiste en que su familia no vaya al estadio si él estará en el terreno.
Con la alegría de aquel rato todavía como experiencia fresca, por sus rechiflas de buen humor le auguro una feliz bienvenida a este texto, en cuyo prólogo el periodista y escritor Yamil Díaz Gómez advierte que existen hombres de negro que nada tienen que ver con extraterrestres, ni relatos de ficción, imprescindibles para que Cuba entera cuente con esa gozadera mayúscula que es nuestro pasatiempo nacional.