Situado ante el imperativo de discernir la preferencia entre la fama y el prestigio, no queda de otra que sopesar qué puede satisfacer más: si el brillo y las luces concentradas sobre uno, colocado en el centro de la visibilidad pública, o contar con el sólido resultado de un obrar ético, riguroso y disciplinado, sin aspavientos.
«Yo no puedo ir. ¡Qué va! ¿A las cinco de la tarde? ¿A quién se le ocurre poner una reunión de padres a esa hora? Y el lunes: el día más complicado para mí».
Como una pandemia, se ha incrustado en cualquier rincón de este mundo la cortante palabrita: reset. Suena a chas chas, destripador de cebollas. Reset significa reinicio en el inglés todopoderoso de las mercancías y los mandatos. Ya en el dulce español decimos —licencia, Cervantes—: «resetear».
La mentalidad predominante entre nosotros, signada por cierta rigidez, podría dibujarse geométricamente como un círculo, tal vez una esfera que gira sobre sí misma. Haciendo una analogía, el mundo actual tendría más posibilidades de perpetuarse si cambiara su configuración. Su esferidad parece limitar cualquier salida, cualquier búsqueda de un sitio donde mejor se esté.
La protesta casi generalizada en los más importantes sitios digitales de Estados Unidos y de connotación mundial, por la ley cibernética Stop Online Piracy Act (SOPA) y por PIPA (Protect IP Act), su versión en el Senado, está haciendo efecto y ambas regulaciones parecen destinadas a descomponerse y no lograr pasar la aprobación de los cuerpos capitolinos de Washington.
Hay gente que no recupera la vergüenza perdida. Y existe quien todavía es capaz de convertir su carencia en una ofensa al pudor de los demás. Aquello de «pena ajena»...
Plagada de remiendos asfálticos, y casi mágica en aquello de desatar cuando menos lo esperas salideros de aguas sucias o potables y cráteres pertinaces, la avenida central de mi barrio —el reparto Guiteras— sufre sobre sí la inconsistencia y ligereza de los humanos que debían servirla con decoro, y la ultiman de improvisaciones y pifias ingenieriles.
Hay un sitio en Internet que se dedica a acumular datos de inteligencia sobre los individuos más ricos del planeta. Su casa matriz está localizada en Singapur, pero tiene oficinas en diferentes ciudades de Estados Unidos y Europa. Esta compañía, cuyo nombre en inglés es Wealth X, tiene miles de asociados que reciben constantemente reportes económicos sobre los movimientos de los capitales de ese grupo tan selecto de multi, multimillonarios que existe alrededor del mundo.
Otra vez la muerte nos sorprende con su inesperado y no tan breve paso. ¿Debía sorprendernos, si hasta la filosofía popular reconoce que para morir solo se ha de estar vivo? Ah, pero eso es lo que uno quisiera para sí, y sobre todo para las personas que ama: vivir. Siempre vivir. Y sin embargo acaba de morir, así, sin que nadie pudiera sospecharlo, un periodista entrañado en el corazón de miles de colegas.
Su nombre se me presentó cuando mi aprendizaje primerizo deletreaba la pizarra de periódicos y revistas. Crónicas, artículos y reportajes que leía entonces en El Mundo, Revolución y luego Granma, o en Bohemia, me servían de cartilla, de modelos donde incorporar la técnica de combinar palabras con exactitud y gusto.