La mentalidad predominante entre nosotros, signada por cierta rigidez, podría dibujarse geométricamente como un círculo, tal vez una esfera que gira sobre sí misma. Haciendo una analogía, el mundo actual tendría más posibilidades de perpetuarse si cambiara su configuración. Su esferidad parece limitar cualquier salida, cualquier búsqueda de un sitio donde mejor se esté.
La evidencia de la esferidad terrestre solo sirvió, visto a esta distancia de más de cinco siglos, para advertirnos que nadie podrá evadirse de su pasado, porque por este o aquel rumbo podrá encontrárselo como un presente que confunde los tiempos. La redondez es la recurrencia dictada por la geometría. Y así resulta que la teoría del eterno retorno se confirma en una verdad tan natural como teórica: la Historia empezó a andar en zigzag, aunque por lo general ha venido a dar vueltas como mosquito en oreja.
Aunque lo dicho parezca un juego de pretendido ingenio, también en nuestro país hemos de dejar atrás algunas inconsecuencias del pasado, varios desaciertos y también hábitos y conceptos en que se reprodujo un orden centralizado, dirigido a veces más por la voluntad que por la razón. Quiero, pues, insistir en la idea: qué configuración geométrica podríamos delinear para construir el símbolo de nuestras necesidades y aspiraciones y neutralizar la mentalidad que se resiste a agujerear cercados, a renunciar a la voz de mando y adoptar la voz exigente y firme, pero argumentada de quien gobierna, o se resiste a dejar de mirar hacia abajo en vez de hacia los lados.
Si me permiten continuar sobre el papel de la geometría, más que pensar y actuar en círculos, tendremos que discurrir sobre una espiral, reproduciéndose, si fuera exacto decirlo, en un zigzag en el que nunca se retrocede. Por supuesto, esa es una imagen. Y ustedes me estarán pidiendo las soluciones para liberarnos de los brazos caídos, las tierras improductivas, las prohibiciones absurdas y las distorsiones burocráticas que, muchas veces, actúan sin atender las leyes que dicen acatar. ¿Tendrá la solución este comentarista que apenas puede darse cuenta de que contra la espiral de nuestro crecimiento todavía conspiran focos generadores de centralismo? Porque puede usted descentralizar en el centro, pero paralelamente, por influencia de la mentalidad vigente, las localidades podrían tender a reproducir el centralismo.
En alguna parte seguimos, al parecer, avanzando en círculos que rotan sobre el propio eje e indican no estar en sintonía con las urgencias y los propósitos de la sociedad. Insistiendo en la agricultura, de cuyas insuficiencias las quejas superan actualmente la oferta, los productores tienen que habituarse a pagar los insumos con las ganancias. ¿Injusto? Es justo. Y racional. Es, a fin de cuentas, la relación normal entre productores y sus gastos. Si venden directamente a hoteles —como leí esta semana— y consumen petróleo, de la ganancia han de pagar el combustible a precio público en los servicentros. No se puede pedir, ni esperar, por un subsidio, pues el círculo vicioso seguiría indicando ningún destino.
Sin embargo, qué ocurriría con los productores que aún no obtienen ganancias. O todavía dependen de la asignación de un módulo básico de combustible y fertilizantes. En estos últimos días he hablado con algunos productores, en particular con beneficiarios del Decreto Ley 259, y se lamentan de que a veces, a pesar de estar en una cooperativa de créditos y servicios, no reciben recursos imprescindibles para cultivar la tierra en usufructo. El 259 parte, a mi entender, de un principio: trabajar la tierra a base de redoblar esfuerzos e iniciativas individuales. Y uno sabe que ante la escasez, se ha de abastecer a los más productivos. Pero también la experiencia ha demostrado que la distribución de recursos por parte de organismos estatales podría servir también, en algún caso, para apuntalar intereses burocráticos, incluso, indirectamente, para desestimular el trabajo.
Quizá sea un tanto exagerada mi percepción, incluso errónea, pero las fuerzas productivas en la agricultura, en sentido general, no disponen todavía de un campo dilatado para promover el trabajo más libre y creador. Necesitan que sean definitivamente anulados, en términos más bien perentorios, inoperantes esquemas de comercialización y, como el petróleo, otros insumos fundamentales se sometan a disposición de una especie de mercado. Más arduo, aunque más estimulante, pues aguardar por la dádiva o depender de decisiones administrativas, quizá signifique enconar las relaciones de producción mientras algunos pueden seguir avanzando en círculos concéntricos, como empeñados en permanecer ahí mismo, donde estuvimos.