Egipto bulle en una gran olla de tensión e incertidumbre. A pesar de que no se conocían los resultados oficiales de las elecciones celebradas el sábado y el domingo, cada uno de los candidatos a la presidencia se autoproclamaba como el dueño de los destinos de la nación del norte africano.
Si la coalición de izquierda radical Syriza lograra la mayoría hoy en las elecciones de Grecia, los ajustes en Europa recibirían una estocada que pondría en aprietos a los intransigentes promotores de la receta. Hasta podría decirse que, simbólicamente, de algún modo habrían conseguido «reivindicación política» los indignados, acéfalos durante meses mientras gritaban su inconformidad en las principales ciudades del Viejo Continente.
Cuando tomas mi mano, papá, cuando tomo tu mano, la distancia entre tu vida y mi vida se hace nada. Me miras y te miro. Y desaparecemos el mundo.
Ver aquello nos rompió el alma en varios pedazos. Era un niño de unos 11 años que, esperando la consulta junto a su padre, hacía las cosas más tremendas que uno pueda imaginar.
No sé bien cuándo comenzó todo; no sé ni siquiera por dónde empezó, en qué lugar, bajo qué extrañas circunstancias. No sé si es idolatría, admiración, respeto o fanatismo.
Quienes lo vieron perder aquella noche de 1966 frente a Luis Enríquez, en el estadio tunero Julio Antonio Mella, bien lejos estaban de imaginar que tenían ante sí, en aquel muchacho tímido y excesivamente espigado para sus 15 años de edad a quien, con el decursar del tiempo, habría de convertirse en el más grande boxeador amateur del mundo, rey indiscutible e indiscutido de los pesos completos.
Mi padre me ha enseñado las cosas más importantes de mi vida. Me leyó las cartas de Martí a María Mantilla, para que recordara siempre que «mucha tienda, poca alma», y que «quien lleva mucho adentro, necesita poco afuera». Hizo que aprendiera el ritual de la cena en familia, y a usar el tenedor en vez de los dedos; a recoger las hojas del almendro del patio, después de haberlas regado; a nadar y a bailar, a conversar y a disentir.
Frustación, desesperanza, y rebeldía se palpan en las calles de , y en cada rincón de la tierra de los faraones. Atrapado en estos sentimientos y estados de ánimo, el pueblo egipcio deberá tomar una difícil decisión.
Aquella mañana, durante el pase de visita médico, Maritza, una genetista de Güira de Melena recientemente trasplantada de hígado, mostraba gran locuacidad. El diálogo paciente-doctor versaba sobre cuántas personas desconocidas concurrieron en su operación, y en especial la obra altruista de los donantes —anónimos— de órganos y tejidos.
Recuerdo mi ingreso a la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, una guajirita pinareña sin más conocimiento que unos libros leídos en horas de estudio independiente y un analfabetismo tecnológico abrumador.