Deben permitírmelo hoy, como ayer. No puedo hablar de Fina García Marruz sin convocar la emoción. La siento como a alguien invisiblemente cercana, influyendo en mí con su delicadeza de espíritu, la maestría de su estilo y la profundidad de su saber y su sabiduría. Demás está decir, pues, que la mantengo entre mis escritores guías, mis correctores a distancia. Cuando me dispongo a leerla, debo deshollinar mi conciencia: ir a las páginas de Fina tan limpio como los ojos del que ve por primera vez. Sus libros me lo exigen. Sus poemas o sus ensayos, en particular los que develan la figura y la obra de Martí, equivalen a un bautismo en las aguas de un ejercicio literario tan honrado que contagia de blancura a cuantos se le aproximan.
Hace unos días escuché al trovador Silvio Rodríguez afirmar que siempre se consideró un ser «conflictivo» desde sus años jóvenes. Para muchos, la palabra es sinónimo de «atravesa’o» o «buscador de problemas». Alguien que, en fin, es diferente a los demás y cuya opinión, a menudo, va «contra la corriente».
Loco de atar. Eso debió pensar el entorno del cabo británico David James, cuando una vez terminada su misión en Afganistán decidió regresar para vivir allí. Con su niño de un año y tanto y su esposa embarazada apostó por un sueño: que otros vivieran el Afganistán del que él se enamoró.
La Ciudad de los Tinajones atesora, en lo más profundo del baúl de sus recuerdos, pintorescas anécdotas que, con el transcurso del tiempo, se convirtieron en leyendas que forman parte obligada de su identidad.
El mundo enfrenta una pandemia silenciosa: el sobrepeso y la obesidad. En el año 2008, 1 400 millones de adultos se encontraban dentro de estas categorías, y la tendencia futura es hacia su incremento en gran parte de las naciones.
Los defensores de la llamada democracia representativa afirman que la economía de mercado, la libertad de prensa y el pluripartidismo son esenciales para que exista una verdadera democracia.
Si cual «Horacios» modernos intentáramos construir las epístolas de la vida actual de Cuba, algunas se parecerían, en su dimensión filosófica y moral, a las del famoso poeta romano.
En Un viejo que leía novelas de amor, conmovedora novela del chileno Luis Sepúlveda, leemos una frase apodíctica: el desierto es la obra maestra de los seres humanos. Y uno duda de que los cubanos, como generalidad, no estemos dispuestos a impedir que nuestra aspiración de un país mejor se convierta en un erial donde pierdan la prioridad los más humildes y los más comprometidos con la justicia del socialismo y con la herencia independentista de nuestra historia.
En medio de un panorama caótico, signado por la violencia y la inseguridad que dejó la guerra de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra el régimen de Muammar Al-Gaddafi, los libios acudirán este sábado a las urnas para votar por una Asamblea Constituyente.
«Vende a la vez que sueña.
/ (…) Tiene los ojos hinchados
de mirar sin ver,/ y
los tímpanos carcomidos por
palabras esdrújulas…».
Alexis Díaz-Pimienta