Todos los hombres aspiramos a ser felices y los revolucionarios consecuentes lo logramos en las batallas por servir a un ideal de progreso social y en la búsqueda de las raíces históricas por las cuales se alcanza ese gran objetivo. Desde luego, no siempre se alcanza, pero proponiéndoselo y trabajando en esta dirección tendremos un gran gozo. Esta es la enseñanza que he podido recoger en más de 50 años de combate a favor de la Revolución tal como la concibieron Martí, Bolívar, Lenin, Marx, Engels y tantos otros próceres y pensadores en sus vidas, pensamiento y acción.
Por esta razón, hemos de situar el empeño revolucionario como objetivo esencial de la educación y la cultura en las nuevas generaciones, las que vivirán bien entrado el siglo XXI. Mostrémoslo a nuestros niños y jóvenes.
Si la felicidad es la aspiración de los hombres, enseñémosla a partir de un principio filosófico que la concibe como el ideal supremo de los procesos de cambio. Allí está el secreto para encontrar la felicidad. En este mundo amenazado de extinción, salvar a la familia humana constituye el deber de todos sus miembros, es decir, de nosotros, los seres humanos.
Con estos objetivos vengo insistiendo en la necesidad de establecer un fluido Diálogo de Generaciones entre los que vivimos gran parte del siglo XX y los que vivirán en el XXI. Empecemos por los más importantes acontecimientos y refirámonos a lo ocurrido recientemente en Paraguay con la destitución del Presidente Fernando Lugo Méndez, tomando en cuenta que no es el único caso. Ello nos servirá de ejemplo de lo que debemos profundizar en estos encuentros.
Lo más original de esta nueva situación es que con un manejo antijurídico de la ley se produce un golpe de Estado. Esto muestra la crisis del sistema jurídico en América Latina. Se emplea la ley para encontrar fórmulas no militares que faciliten organizar un golpe de Estado, muestra de que ya en el mundo se hace este tipo de actividad invocando la legalidad de manera totalmente distorsionada; se emplean, por medio de la fuerza, formas hipócritamente legales.
Con el objetivo de realizar nuevos análisis de fondo, propongo tener en cuenta —en los Diálogos de Generaciones que se organicen periódicamente desde ahora— la pertinencia de meditar sobre temas como los siguientes: La cultura de hacer política; Los dos Estados Unidos, fundamentado en el pensamiento de José Martí «Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting»; y Recorrido histórico de la nación cubana: antecedentes, nacimiento, desarrollo, actualidad.
Varios de estos temas ya se han examinado en fructíferos encuentros efectuados en el periódico Juventud Rebelde en el marco del Diálogo de Generaciones.
A lo anterior pudiéramos agregar un debate en relación con la conquista de la felicidad que, como se sabe, es la aspiración de todos los seres humanos, tanto individual como colectivamente. Así, modestamente, ofrezco mi experiencia de más de medio siglo trabajando por las ideas de Martí, de Fidel, de la Revolución y el socialismo.