Con frecuencia, pero sobre todo cuando mayo asoma en el calendario, la tía Negra reaparece en mis recuerdos como el torbellino de ojos aceitunados que siempre parecían delatar insomnios. A esa mujer de energía descomunal jamás la vi acostarse. Solía madrugar antes que el resto e iba a la cama tarde en la noche, luego de dejar todo en orden para que la casa amaneciera recogida.
Sabía que no me resultaría un terreno fácil de pisar. Después de aparecer en estas mismas páginas una entrevista en la cual un especialista del Citma alertó sobre los peligros de la descontrolada extracción de arena en deltas de ríos y playas en Baracoa, al volver sobre el asunto podría encontrar algunas puertas de la información cerradas y obstáculos para no dejarla salir tan fácilmente.
Mirando pedazos de La Habana más folclórica, auscultando vibraciones sonoras, nocturnas y diurnas, escuchando trocitos de esta isla muy grande o demasiado pequeña, según la pupila que indague, cualquiera puede creer que, como insisten fértiles reguetones e innumerables timbas generosamente ofertadas en los medios, vivimos en el país de la gozadera infinita. Ciertas letras llegan a preguntar para qué trabajar; confieso que, en días de flaqueza —porque la carne es débil… y también cara—, me he hecho una interrogante parecida.
Hay artistas profesionales y aficionados. Existen también sociólogos formados en las universidades, insuficientes en número y poco utilizados en la práctica, junto a numerosos aficionados, observadores perspicaces del mundo que los rodea, favorecidos en su campo de estudio por la bien conocida exuberancia de los cubanos. Nuestra agitada vida cotidiana multiplica el agrupamiento espontáneo en colas, agromercados, almendrones y paradas de guaguas.
Algunos, afuera y adentro, dicen que es mentira. Y, sin embargo, ocurrió de verdad. Otros, más jóvenes y algunos que no lo son tanto, se asombran ante la violencia, se preguntan si lo que ven es, más que realidad, ficción para conmover frente al televisor. Y ante esa pregunta, de nuevo aparecen los hechos, tercos e impenitentes, palpables en documentos, objetos, libros, fotografías y, sobre todo, en el relato de los testigos.
Ir a Dos Ríos es galope, más que acto. Es, sobre todo en mayo, latido incesante en un costado del alma.
CARACAS, Venezuela.— Cuando José Martí nos ha dicho que «no hay monarca como un periodista honrado», ha definido la inmensa responsabilidad que habita en quienes desde el oficio de comunicar gravitamos sobre la espiritualidad de nuestros semejantes.
La falta de comida y agua provoca la muerte de miles de cabezas de ganado, un panorama sombrío que golpea año tras año a la ganadería cubana.
«Nuestro primer objetivo es cumplir y sobrecumplir el plan de ventas previsto para esta etapa, y en segundo lugar, brindar un buen servicio al pueblo, que tanto se lo merece».
«¿Qué siembran y qué cosechan estos fans de la ajena bandera estadounidense en Cuba?», se preguntaba recientemente el destacado intelectual Desiderio Navarro ante el triste espectáculo de ver ondear la insignia norteamericana en una ciudad cubana. Días después, en la celebración del Primero de Mayo, un individuo salía escurridizo de la muchedumbre, portando el pendón de las barras y las estrellas.