CARACAS, Venezuela.— Cuando José Martí nos ha dicho que «no hay monarca como un periodista honrado», ha definido la inmensa responsabilidad que habita en quienes desde el oficio de comunicar gravitamos sobre la espiritualidad de nuestros semejantes.
De esa frase, que como todas las del Apóstol sazonan una eternidad, siempre he interpretado que el verdadero poder del periodista radica en su decencia, en su afán por la verdad, en su apego a las mejores causas, en lo cual, como vemos con triste frecuencia, puede irnos la vida.
Esta profesión nuestra, como tantas veces hemos reflexionado al interior del gremio en la Isla, es una cuestión de honor. Lo corroboro viviendo estos días difíciles y decisorios en tierra de Bolívar, cuando he podido mirar al rostro de viejos luchadores como el insigne periodista José Vicente Rangel, quien con la Distinción Félix Elmuza que otorga la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) sobre su pecho, ha dicho conmovido hace pocos días: «La derecha no pasará en Venezuela. El imperio no derrotará a la causa bolivariana, lo que podemos hacer los periodistas es fundamental porque la batalla se está dando en buena medida en el terreno comunicacional».
El prominente intelectual ha pedido a sus colegas mejor preparación, tener «mayores argumentos a mano y mayor voluntad de combate para imponer definitivamente la causa de la patria venezolana». Ha pedido tener optimismo y no sucumbir a la desesperanza.
Este 16 de mayo la Plataforma Nacional de Periodistas de Venezuela ha hecho público su respaldo al llamado que desde el primero de mayo pasado hizo el presidente bolivariano Nicolás Maduro, para ir a una Asamblea Nacional Constituyente como camino hacia la paz y la estabilidad del país.
Los periodistas revolucionarios han expresado la voluntad de incorporarse de inmediato a los debates que tendrán lugar en distintos sectores del país, para enriquecer con sus ideas la Constituyente ciudadana. Y han rechazado categóricamente la campaña de mentiras y tergiversaciones orquestada por los grandes medios de comunicación que, sin medir consecuencias, alineados con la derecha interna e internacional, pretenden poner al país al borde del abismo mientras apuestan al derrocamiento del Gobierno Constitucional del presidente Nicolás Maduro.
En estos momentos en que no resulta difícil identificar la naturaleza fascista de quienes se oponen a la Revolución Bolivariana —en que hasta la voluntad de niños y adolescentes ha comprado el diablo para alimentar el terror en una sociedad que sigue su vida del día a día, que afortunadamente no se paraliza—, los periodistas revolucionarios también han sido víctimas de los ataques, incluidos los físicos. Y en cuanto a los medios desde los cuales se gesta la farsa, estos mienten sin responsabilidad alguna, sin que importe luego que quede al descubierto cómo se fabricó la falacia.
La Plataforma Nacional de Periodistas ha hecho un llamado al diálogo y ha dado a conocer en su comunicado que «como hombres y mujeres que miramos la comunicación como una herramienta liberadora al servicio de la paz, la soberanía, la justicia, la participación, la productividad, la identidad cultural y la felicidad, nos sumamos entusiastas y comprometidos al debate constructivo de cada uno de los nueve puntos propuestos por el Presidente en la agenda de reuniones que ya han comenzado a darse en los diversos sectores de la vida nacional».
Otro grande del periodismo en Venezuela, Eleazar Díaz Rangel, expresaba —también el día en que le fue impuesta la Félix Elmuza— que recibía la Distinción en un «momento de complejidad para el ejercicio del periodismo» en su país: «de complejidad porque el principio fundamental que debe animar el ejercicio de la profesión, particularmente en el informativo, es la búsqueda de la verdad, difundir la verdad, y precisamente en estos años ella ha sido silenciada, ocultada, deformada en la mayoría de los medios de comunicación por razones de orden político, por lo cual la audiencia no recibe los hechos tal como ocurren, sino de acuerdo con versiones interesadas».
En sus palabras con motivo de haber sido condecorado, junto con sus otros dos colegas, con la máxima distinción que otorga la UPEC, el prestigioso cronista venezolano Earle Herrera dijo que un buen día acudió a José Martí, uno de los grandes, «para poder explicar las cosas complicadas». En opinión del escritor, el secreto de que el Apóstol llegue a todos está en haber instalado la poesía en la ciencia.
Mirando cuán profundo y tenaz puede ser el pensamiento revolucionario en esta tierra hermana de hoy —tan hondo como las raíces de la nación—, se vuelve muy difícil creer que cuadrillas de mentirosos, violentos, mercenarios, mercaderes, antipatriotas, incapaces de proponer un programa social a sus hermanos, puedan ocupar espacios de liderazgo o prestigio. Hay aquí monarcas que son multitudes; y el pueblo, que está pagando bien cara la guerra que el imperialismo estadounidense y sus acólitos le hacen (al precio incluso de vidas adolescentes o infantiles), sufre; ya sabe demasiado como para dejarse engañar.