Se siente raro mirar a la presidencia del salón plenario en el Palacio de Convenciones de La Habana y no hallar el rostro reflexivo de Fidel. Este es el primer congreso de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) en el que no está físicamente su líder fundador, pero todas las voces se alzan en su nombre y las anécdotas parten de los caminos que trazó aquella larga noche de 1960.
Verla cantar así, bajo el brillo místico de la luna en el holguinero Callejón de los Milagros; escucharla entonar los mismos temas con los que hemos crecido o nos hemos enamorado; temer que explote el pecho de emoción cuando nos miramos en los ojos húmedos de la eterna nieta artista cantándole al abuelo que pintó su infancia con un «verdor aceituna»… Escucharla sin «maquillajes» de estudio, sino a guitarra limpia, es como respirar aire puro.
Terminé mi anterior comentario en esta columna diciendo que el libro que acaba de salir en Estados Unidos sobre las interioridades de la Casa Blanca, llamado Miedo: Trump en la Casa Blanca, merecía seguir comentándose. Hasta el momento, el libro ha sido de un éxito extraordinario. Más de un millón de copias en su primera edición y está agotado en la mayor parte de la librerías donde se vende. Bob Woodward, el periodista que lo escribió, diariamente aparece y vuelve a aparecer en diferentes programas de televisión en donde le ha estado dando publicidad al mismo.
NUEVA YORK.-El corazón de esta urbe puede hacer pensar en el frío y alucinante mecanismo de un reloj. Será por sus edificios acristalados y oscuros que se estiran abrumadoramente al cielo; o por la piedra sobria, con dureza de eternidad, con la que se han forrado múltiples fachadas, lo cual confiere tonos sepia a la ciudad hecha de líneas más que de curvas o de motivos en espiral.
En las últimas semanas hemos evocado la visita de Fidel a Vietnam y los vínculos solidarios que, desde muy temprano, se establecieron entre nuestros dos pueblos. De manera inevitable, el tema ha removido en mí muchos recuerdos personales. Traspasando fronteras políticas e ideológicas, Vietnam sorprendió al mundo en ocasión de su espectacular victoria de Dien Bien Phu. Lo más granado de la élite militar francesa había erigido en ese lugar una fortaleza inexpugnable, atrincherada tras un cordón de montañas.
Era tarde en la noche y una llamada confirmó la triste noticia: Edikson ya no está. Difícil imaginar lo que experimenté en ese momento cuando mi madre me llamó. Sabía que podía pasar de un momento a otro, pero nunca se está preparado para perder a un ser querido. Hacía más de un mes que el cuerpecito del pequeño —que durante más de seis años luchó por su vida en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos (UCIP) del hospital Comandante Pinares, del municipio artemiseño de San Cristóbal— no resistía.
Igualito al de los cuentos, a ese con el que asustan a los niños pequeños cuando no quieren comer, el viejo del saco llegó a la parada, no saludó ni pidió el último, la vitrina de sus ojos descubría a un hombre que quizá ni siquiera sabía a sus años que toda la multitud había puesto su mirada en él.
Estábamos en pleno asueto escolar y el tiempo agonizaba de aburrimiento sin que nuestro piquete de adolescentes hiciera nada por honrarlo. El dominó ya nos tenía hasta la coronilla. Igual las novelas policiacas, las «guerrillas» de baloncesto y los insomnios festivos. Sí, a todas luces, urgíamos de algo más excitante y aventurero. Ahí fue cuando alguien del grupo propuso la idea: «¡Vámonos una semana para la playa!».
En los tiempos en que George W. Bush era el presidente de Estados Unidos, no pasaba un mes en que no saliera un nuevo libro sobre su presidencia. Recuerdo haber escrito un comentario hace años atrás que fue publicado en mi columna de aquella época en las páginas de Juventud Rebelde y en otros medios digitales sobre el tema y también haber comentado algunos de aquellos libros en que se revelaba una enorme cantidad de intimidades de lo que sucedía en la Casa Blanca.
La actual consulta ciudadana del Proyecto de Constitución de la República de Cuba es un tamiz de sabiduría popular y, a la vez, una prueba de fuego para la democracia que debemos ensanchar y fortalecer, como una urgencia insoslayable del socialismo cubano.