Aplausos. Parecían interminables y eran merecidos. El cine Charles Chaplin estaba abarrotado y fueron muchos los jóvenes quienes, con lágrimas en los ojos, y muchos de ellos sentados en los pasillos alfombrados, no cesaban de aplaudir y ovacionar.
Hace unos 40 años más o menos, en 1977, yo estaba haciendo un reportaje en África, en la frontera de Mauritania, en camino a la República Saharaui, y en una de las paradas escuché un grupo de personas en una aldea, junto a un pequeño oasis. Una fuente en una aldea que sería comparable a una favela brasileña, yo oí gente que hablaba español y fui hasta allá con mi guía árabe, vi que eran personas vestidas de blanco y les pregúnté si eran médicos y me respondieron «sí, somos médicos, médicos cubanos», les pregunté: «¿cómo, qué están haciendo aquí?», me respondieron «estamos trabajando aquí en África, ayudando países pobres».
Su cuerpo voló, despedazado, por los aires. Había hecho cantar durante una semana entera la ametralladora que tanta notoriedad le granjeó entre sus compañeros, pero esa jornada no pudo evitar el cañonazo mortal.
En Cuba, según Etecsa, existen hoy más de cinco millones de líneas de celulares activas y las cuentas Nauta sobrepasan los dos millones, ambas con tendencia continua al crecimiento, a lo cual se suma la próxima entrada en servicio de la plataforma 3G que brindará un nivel de conectividad con la red de redes de mucho mayor eficiencia, entre otras ventajas.
Quizás algunos ilusos, descolocados y enemigos acérrimos de Cuba pensaron que la Revolución de la mayor de las Antillas se iría a bolina tras la partida física de su líder histórico, Fidel Castro, pero otra vez se equivocaron, y nuevamente de qué manera.
“Cuando se muere en brazos de la patria agradecida,
la muerte acaba, la prisión se rompe;
¡Empieza, al fin, con el morir, la vida¡
(José Martí, A mis hermanos muertos, Madrid, 1872)
El destacado patriot...
Antes de retirarme, tenía en Miami una empresa de importación y exportación. Básicamente exportaba equipos electrodomésticos a América Latina. Me especializaba en surtir menajes de casa a diplomáticos y a funcionarios de diferentes organismos internacionales. Contaban entre mis clientes funcionarios del Banco Interamericano de Desarrollo, Acnur, UNDP, IICA, OPS, OMS, etc. Llegué a tener una relación personal con muchos de ellos y los visitaba cuando iba de viaje por los países donde estaban ubicados.
Cuando volvemos la mirada hacia la infancia, el recuerdo personal, preñado de nostalgia, nos devuelve la imagen de un paraíso perdido. Olvidamos asperezas, borramos las huellas de los conflictos que atraviesan el aprendizaje de la vida en las relaciones con los coetáneos y las rivalidades latentes, en los vínculos familiares con las demandas insatisfechas de afecto y consuelo, en el trato con el maestro que no entiende a veces las razones de las pequeñas indisciplinas.
Ni la prodigiosa imaginación del Gabo pudo avistar semejante imagen literaria, capaz de desvelar al más experto de los novelistas. El hombre a quien sus enemigos habían intentado asesinar en 638 oportunidades volvía invicto a recorrer la Isla a sus 90 años, para despedirse de un pueblo que salía a las calles capitalinas, a la Carretera Central, a los caminos de los poblados rurales… para ver pasar el cortejo fúnebre y, con apenas una frase contradecir a la muerte: «Yo soy Fidel».
«Fidel habló, mientras anochecía en la plaza inmensa, de las tensiones y las dificultades. Y más largamente habló de los errores. Analizó los vicios de la desorganización, las desviaciones burocráticas, las equivocaciones cometidas. Reconoció su propia inexperiencia, que lo había hecho actuar a veces con poco realismo».