Aplausos. Parecían interminables y eran merecidos. El cine Charles Chaplin estaba abarrotado y fueron muchos los jóvenes quienes, con lágrimas en los ojos, y muchos de ellos sentados en los pasillos alfombrados, no cesaban de aplaudir y ovacionar.
Sin dudas, este 27 de noviembre será memorable para los que encontraron en la pantalla grande de este cine capitalino una razón más para querer conocer, con mayor profundidad, la historia de este país. Será un día inolvidable para todos los que no pudimos permanecer inmutables ante una obra que sensibiliza, que toca las fibras más hondas, que estremece.
Inocencia es el título de la película que, dirigida por el cineasta cubano Alejandro Gil, tuvo su proyección especial en fecha tan significativa y que recibió tantos elogios y muestras de gratitud. No podía ser de otra manera cuando pudimos ver cómo uno de los sucesos históricos más recordados en nuestro país adquirió un matiz más humano, más cercano, más propio.
El excelente guion, a cargo de Amílcar Salatti, permitió concretar el sueño que desde 1992 perseguía Gil, deseoso de redimensionar el simbolismo que tiene una triste fecha como esa, en la cual, en 1871, ocurrió el injusto fusilamiento de ocho inocentes estudiantes de Medicina.
Investigó profundamente durante tres años y no quedó totalmente satisfecho con aquel documental que a todas luces le dejó ver que urgía abordar el hecho desde todas sus aristas en un audiovisual con mayores pretensiones, la más importante de todas, la de desterrar el didactismo aburrido que puede rodear la enseñanza de la historia y conmover desde lo verosímil.
Claro que como toda película, Inocencia lleva dosis de ficción para lograr que el espectador, y en especial los jóvenes, se coloquen en la piel de aquellos muchachos y no marquen distancias a pesar del tiempo.
Sin embargo, la realidad está lo suficientemente documentada y no deja cabos sueltos e invita a conocer los aspectos menos divulgados, tal vez, del acontecimiento.
Gil, el elenco de actores y el equipo técnico de realización le dieron voz y cuerpo a aquellos jóvenes cuyo único crimen fue ser cubanos y que fueron víctimas de una colosal injusticia por parte de un Gobierno cruel y despótico.
Fue difícil concebir esta película en lo relativo al vestuario, la escenografía, el maquillaje, la fotografía... en tanto recrea una época de antaño.
Fue menester esperar por los recursos del Icaic y la oportunidad para llevarla a cabo, y felizmente llega a esta edición 40 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano entre las obras en concurso, antes de ser programada en los cines del país el venidero febrero.
Luis Manuel Álvarez, Carlos Alberto Busto, Reinier Díaz Vega, Ricardo Saavedra Quintero, Amaury Daniel Millán, Omar González Rolando, Ángel Ramón Ruz Pérez y Justo César Valdés asumieron los roles de los estudiantes fusilados, y ojalá quienes hoy tengan sus edades se sientan identificados en este diálogo entre la obra y el público.
No es la primera vez que Gil toma un suceso histórico como punto de partida para su obra, y no es la primera vez (y ojalá tampoco sea la última) en que la historia que nos antecede es inspiración para los creadores.
Sería injusto que ahora no lo aprovecháramos, que los profesores de Historia en cualquiera de los niveles de enseñanza no motivaran a sus alumnos desde el disfrute de una película como esta, que se estimulara solo el aprendizaje de memoria de fechas significativas o que se convierta la asignatura en una aburrida repetición de sucesos cuando existe la oportunidad de hacer todo lo contrario.
Alejandro Gil se niega a ello y todos los que estuvimos en el cine también. Entonces parte de la lucha está ganada. Sean bienvenidos todos los proyectos e iniciativas que aspiren al mismo objetivo.