Desde tiempos inmemoriales, una vez concluida la faena, los trabajadores se reunían a contar historias. Así se elaboraron leyendas de brujas y de hadas, transmitidas a través de generaciones. Los clásicos de mi infancia no se escribieron para niños. Procedían de esa fuente popular. En el siglo XVII, Charles Perrault fue uno de los participantes en la polémica entre los antiguos y los modernos. Los primeros, con la mirada vuelta hacia atrás, reivindicaban la existencia de modelos literarios definitivamente cristalizados en una lejana edad de oro. Los modernos, en cambio, sostenían, con la atención centrada en el presente y en el porvenir, la necesidad de una renovación permanente. El imaginario rescatado del ayer se convertía en metáfora para el ejercicio de la crítica ante los problemas de la contemporaneidad. El simpático gato con botas mostraba el triunfo del arribismo. En sucesión de episodios, la astucia protagonizaba la carrera hacia el éxito. Para decirlo en términos actuales, era un modo eficaz de hacer lobby.
Con la pandemia del coronavirus, la Televisión cubana ha salido de ese closet cauteloso, que habitualmente no nos permite secuenciar hasta qué punto las ilegalidades y el delito económico están perturbando y desafiando el socialismo que ansiamos perfeccionar y fortalecer. Los reportes sobre operativos policiales de cada noche, microémulos del programa Tras la huella, nos han descubierto más de una cueva de Alibabá.
Era la 1:05 p.m. Mi abuela, inclinada hacia delante en su sillón, se volteó hacia mí y me dijo algo insospechado: «Alejandro, creo que me estoy enamorando del doctor Durán». Yo contesté con un ¿Quién?, más que de sorpresa, para verificar si mi sentido auditivo, aún medio desafilado, había decodificado correctamente aquel nombre.
Resulta, afirman en las redes muchos buenos y preocupados ciudadanos de Estados Unidos, que los cientos de miles de personas que en los últimos días salieron a protestar en las calles de las principales ciudades del Imperio son vándalos, delincuentes, saqueadores… ¡comunistas!
La primera y única vez que estuve muy cerca de Raúl Castro Ruz era casi mi bautismo de fuego como periodista. Cubría la inauguración del Centro para el Desarrollo Integral de la Montaña, en El Salvador guantanamero, durante el no menos «pandémico» período especial, y este lanzaba dardos durísimos contra la burocracia sobre un promontorio.
¿Quién habrá visto cómo se nos venía encima esta pandemia desoladora? El panorama resulta inverosímil. El rostro humano oculta más de su mitad; todos luchamos por estar a salvo de un virus que tiene corona cegadora, que ya cobró al mundo cientos de miles de vidas y que ha reconfigurado, sin reversión posible en muchas de sus aristas, el curso de la existencia.
Nuestro hombre hacía diligencias urgentes aquel jueves por la tarde que lo llevaron a pasar frente a una de las más nuevas y concurridas tiendas de la Ciudad Monumento.Vio a un grupo de personas en la acera y se aproximó para preguntarles el motivo de la «naciente» cola, destinada a comprar al día siguiente.
Mi amigo Floro ha escrito y en sus líneas iniciales me confiesa que su esposa y sus hijos, Florita y Froilán, hace más de 14 días no están con él, en su casa. Pensé preocupado que habían sido recluidos en alguno de nuestros centros médicos como sospechosos, o lo que es peor aún, detectados como portadores de la Covid-19.
Debajo de la sábana que cuelga de ambos butacones están la risa y el asombro. Nacen del manantial jubiloso que es la infancia; contagian de esperanza y alegría. Es el disfrute originario, antídoto para las angustias que vamos cargando a cuestas los adultos, olvidando aquellas «pequeñas cosas» que, como escribiera el poeta Serrat, «nos dejó un tiempo de rosas en un rincón, en un papel o en un cajón».
Démonos «un saltico» por cualquiera de los mercados agropecuarios cubanos, desde la más populosa de nuestras ciudades hasta el más humilde de los bateyes. Le proponemos hacer una única pregunta, o si no desea hablar —por lo incómodo de hacerlo con el nasobuco— mire las tablillas de venta: ¿en cuál de estas encontrará aquellos sustanciosos pollos criollos? De localizarlo, páguelo a precio de oro, aunque el costo sea especulativo…