Alguien dijo que los cubanos somos demasiado categóricos. Que un europeo —de preferencia un nórdico— es capaz de asimilar una posición contraria y manifestar más atenuadamente su desacuerdo. Si su parecer no se aviene con el de su interlocutor, le dirá algo parecido a «tengo la impresión de que no concordamos; su opinión me merece respeto, pero tengo un punto de vista diferente, y es este: bla, bla, bla...».
En Cochabamba también se rechaza a la Media Luna. Foto: Indymedia
Es la gran paradoja. En un mundo donde los anuncios graves provocan terremotos políticos y hacen tambalear gobiernos, donde los Premios Nobel de la Paz encogen los hombros ante tanta conmoción, donde los analistas sufren para que la tranquilidad no se escape, causa asombro que un pequeño país conozca la gran noticia y la vida continúe su curso.
Se ha desatado la avalancha mediática con la aparición este martes del Mensaje del Comandante en Jefe. Como clonados, diversos titulares hablan del término de Fidel en el poder. Analistas se esmeran en desmenuzar y proyectar el rumbo de la sociedad cubana hacia el futuro; y se repite la idea de que el suceso es el portón que conducirá al pueblo cubano hacia una «transición democrática». Algunos afirman que solo se trata de «un cambio cosmético», el cual no entraña transformaciones sustanciales hacia el interior de la Isla.
Ayer Fidel nos sorprendió una vez más. Cuba amaneció conmocionada, con sentimientos encontrados, aun cuando hace tiempo él viene entrenándonos con orfebrería de alta política para la sabiduría histórica, para el inevitable momento en que pondremos a prueba todo por lo que hemos apostado corriendo su misma suerte. Qué suerte.
Puesto a comentar el suceso más impactante e interesante de este momento en Cuba, al periodista le sobran los asideros, aunque a veces la abundancia implica dificultad en la selección. En qué aspecto he de detenerme. Con qué órgano primordial he de escribir: ¿el cerebro, el corazón? ¿Racional o emotivamente? Esas son ahora mis preguntas ante el Mensaje de Fidel a sus compatriotas. Y no puedo dejar de admitir que lo que más exactamente se empalmaría con mi óptica habitual y con la historia de mi pueblo, sería empezar hablando de que he tenido el privilegio de estarprivilegio, y en mi tierra, durante los acontecimientos donde Fidel ha actuado protagónicamente. Aun recuerdo el 26 de julio de 1953. Mis ocho años no alcanzaban a entender la noticia principal de aquel día; sin embargo, aún recuerdo a papá comentar en casa: Fidel Castro atacó el Cuartel Moncada. Y lo dijo de modo que el niño pudo intuir que aquello era algo grande.
Se habría enterado igualmente de que «Marruecos sigue llevando adelante un proceso de democratiz...
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La democracia no se ciñe al efímero instante del voto ciudadano; ni la gobernabilidad se alcanza con el triunfal desenlace del conteo de urnas, cualesquiera que fueren sus resultados.A ese axioma, que esgrimimos para censurar los mitos del sistema pluripartidista, con sus recambios de grupos de poder, no escapa tampoco nuestra democracia socialista y el sistema electoral cubano, con todo y su transparencia y raigambre popular, ajenas a ambiciones y apetitos de bolsillos.