Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Caminos

Hay temor a enfrentar los caminos quebradizos de la nostalgia, los caminos por donde empezó todo, los caminos imposibles

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

Hay temor de volver a los caminos perdidos, a los caminos desandados, prendidos como tizones, ardiendo como ascuas. Hay temor a enfrentar los caminos quebradizos de la nostalgia, los caminos por donde empezó todo, los caminos imposibles.

Hay días en que la lluvia se congela, en que el río se detiene, en que el cielo oscurece. Hay lava endurecida al borde de los caminos, un olor a limón, a verso carcomido.

Los caminos son túneles del tiempo.

Un camino son todos los caminos.

Y si de todas formas vas a intentarlo, vas a surcar lo ignoto, vas a emerger la quilla… cuídate bien de no mirarte en los espejos, de no asomarte a las lagunas secas. Cuídate de los nombres que andan prendidos en la copa de los cocoteros, en la argamasa de las piedras, en los antiguos ventanales. Cuídate de los ecos, de las sonrisas clavadas en el aire.

Por esos caminos viejos, por esos caminos que ya no son caminos, iban los niños saltando, iban los mayores charlando, iban los padres y los padres de los padres. El níspero, la poza, el dominó, la fiesta. Todo eso aguardaba. Todos estaban vivos (todavía). Ninguno de los primos hablaba de ninguna península, de ninguna bahía, de ningún lugar del mundo, adonde ahora se han ido.

Hay tanta tierra pisada, tanta tierra pasada, tanta tierra arrasada.

Por esos caminos, sin embargo, por esos caminos tenaces, ha ocurrido un milagro. Cuando los lazos parecen deshechos para siempre, cuando los hilos sutiles cayeron y hasta los más resistentes, esos caminos ancestrales demuestran su poder, bordan la tala descarnada, la esperanza exhausta.

Hace tanto que sobrino y tío no se ven, que ninguna experiencia los ata, que no hay una palabra entre los dos. Y de pronto, el camino los junta, los pone frente a frente. ¿Qué podrán decirse dos desconocidos? ¿Cuánto escarbarán hasta encontrar la semilla, la fuente primigenia? ¿Cómo podrán barrer tantas ausencias?

Es el anciano quien se adelanta, quien da fe. «Te escucho siempre», le dice. Ante la posibilidad de un descalabro de la memoria, de un desvarío nonagenario, el más joven, hace la pregunta de rigor. Ahora la extrañeza cambia de bando. «Te escucho en la radio», reafirma. Y pasa a describirle, para
espantar las dudas, los horarios, las frecuencias, los temas.

La radio es luz por estos caminos, por muchos caminos.

Y como el mundo ya se estremeció, como se rompieron los silencios, el tío se anima: «A veces, alguien que me acompaña me pregunta por ti, que si alguna vez vienes por aquí… Yo le he dicho que tienes trabajo, mucho trabajo».

El pecho sube, baja. Las piernas se aflojan. Tiene ganas de volar, tiene ganas de morir. Tiene que mirar a la cañada, al mamoncillo que se aferra al declive, al infinito, al más allá.

Hay temor de volver a los caminos perdidos, a los caminos desandados, prendidos como tizones, ardiendo como ascuas.

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