Han pasado varios años desde que presencié aquellas escenas agraviantes. Ocurrieron un domingo de verano y me llevaron a formular un «interrogatorio» a unos niños que se divertían a su modo en la Plaza de la Revolución bayamesa, lugar sagrado de Cuba, llamado todavía «parque» por algunos.
Con ocho heridas surcando su pecho, ocho días después de suscrito el infausto convenio, el Mayor General Antonio Maceo confirmó la amarga noticia: el 10 de febrero de 1878, mientras aún se batía en los campos orientales, en el centro del país se había firmado el Pacto del Zanjón para poner fin a la guerra, pero sin la independencia ni la abolición de la esclavitud por la que tanto se había luchado durante diez años.
Sobreponiéndose al cansancio de una noche de carnaval santiaguero, recién egresada de la escuela de Periodismo, Marta Rojas supo percibir la trascendencia de un acontecimiento que escapó a la mirada de sus colegas más avezados. Al escuchar los disparos, acudió al cuartel Moncada. Escondió en su falda el testimonio gráfico de los atroces crímenes cometidos. Asistió al juicio de los insurgentes y logró infiltrarse entre las escasas personas que escucharon la autodefensa de Fidel.
Para confirmar la vocación periodística con la que se asomó al mundo José Martí, basta con revisar sus Obras Completas: ¡la mayoría de los textos allí compilados vieron la luz en diarios y revistas! Alguien dijo que, de habérsele preguntado al Apóstol cuál era su profesión, probablemente habría dicho ¡periodista!
Demasiados ojos se encontraron. Se expandieron con la curiosidad natural ante lo nuevo. Alrededor de dos carpas se acomodaron. Dicen que hubo de todo: unos saltaron de felicidad y otros se sumergieron en un agua semisalada hasta perder un tanto la visibilidad.
Los suspicaces, esos que le cuelgan la tiñosa a cuanto hacemos o concebimos, andan por estos días con el bla, bla ¿manso? sobre que contamos, parece, con mucho dinero para invertir en proyectos de diversa índole.
No me agradan los espejos, pero esta presentación ha de hacerse en primera persona. No hay otra forma de decir, no ya lo que dice un libro, sino lo que motivó a escribirlo. Nunca pensé ir a Venezuela, pero ya se sabe cómo es el trabajo de los periodistas, y una tarde de diciembre de 2017 aterricé en Maiquetía con la triste sensación de que yo, que había dejado desde hacía mucho tiempo la práctica de corredor de fondo aficionado, llegaba tarde a Caracas por la friolera de… ¡cuatro años y nueve meses!
«Soy una sobreviviente», me dijo Mayra mientras tocaba su seno izquierdo. Luego de 12 años de operada y aun cuando ha tenido un inmenso apoyo familiar, reconoce que es muy complejo aceptarse así. Atrás quedaron los tiempos en los que perdía el cabello, pero de todos modos, «sigues sintiendo que eres una mujer a medias físicamente, y a la vez una mujer más fuerte que antes desde el punto de vista emocional. Soy una sobreviviente en todos los sentidos y tengo la fuerza para serlo a diario, quizá porque es lo que aprendemos las mujeres desde siempre».
Una vez más, como es tradición cada 5 de marzo, venimos a este camposanto para recordar a uno de los más fieles defensores de la independencia cubana. Evocamos hoy la memoria del periodista Juan Gualberto Gómez, en ocasión del aniversario 89 de su muerte.
El pasado 24 de febrero el barrio conocido popularmente con el nombre de Pogolotti arribó a sus 110 años. Han pasado generaciones desde su fecha de nacimiento, pero los pobladores actuales conservan un sentido de pertenencia muy arraigado.