Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Haciendo caminos al andar

Autor:

Nelson García Santos

Los suspicaces, esos que le cuelgan la tiñosa a cuanto hacemos o concebimos, andan por estos días con el bla, bla ¿manso? sobre que contamos, parece, con mucho dinero para invertir en proyectos de diversa índole.

El dardo, como si fuera poco, viene apuntalado con la malvada deducción de que quizá se trate de exponer solo sueños para aparentar que vamos viento en popa y a toda vela.

Sabemos de memoria que no tenemos grandes recursos materiales y financieros, pero sí un capital profesional que nada tiene que envidiar a los que más plata poseen en este mundo desbarajustado, donde la mentira casi que le está ganando la pulsada a la verdad. ¡Quién lo iba a imaginar!

En realidad, en la geografía de Cubita la bella hay muchos sueños que sí se han plasmado, empezando por la mismísima Revolución, porque se asientan en la peculiaridad de bogar por hacerlos tangibles, más allá de los lechuzos y papagayos.

Sí, nos faltan recursos para ir a galope tendido, aunque paso a paso, trecho a trecho, también se conquistan las más encrespadas cumbres, con inteligencia y perseverancia.

El quid es, ni más ni menos, planificar y organizar bien a lo que se le va a poner el acelerador de inmediato y a más largo plazo para exprimir lo que poseemos.

¿Qué si eso no se hacía «antes», le salta a usted en la memoria, lector agudo? Claro… hubo proyectos que se ejecutaron, pero muchos se engavetaron en épocas de más bonanza.

¿La razón? En verdad hubo un sinfín de causas que impidieron un mejor desenvolvimiento, sin descartar el hecho de que el cinturón no apretaba tantísimo en otra época, caracterizada en parte por producir a como fuera, sin tener en cuenta reglas económicas que al final nos pasaron la cuenta.

Los quilos están ahora destinados a identificar obstáculos que puedan ser resueltos en plazos razonables para aportar a la economía, lo que es decir al bienestar social. Lo que no excluye que esa fuerza creativa ande, igualmente, detrás de otros propósitos de mayor envergadura, que necesitan de más recursos para tenerlos a mano cuando el temporal amaine.

Soñar, esa divina condición humana —con los pies en la tierra, señores suspicaces—, ¡desata bríos! Peor sería la inercia, tan emparentada con la desesperanza, capaz de  originar que se nublen los sentidos y se lacere el espíritu emprendedor.

Más que aparentar lo que se está haciendo, se ajusta muy bien aquella frase sencillísima y clara del poeta de hacer caminos al andar. Si lo sabremos nosotros, que soñando y haciendo aquí estamos, señores suspicaces… digo: intencionados manipuladores que huelen a Norte.

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