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El 20 de abril en Humboldt 7

El ejemplo de Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó Serviá, Joe Westbrook y José Machado, jóvenes asesinados vilmente por los esbirros de Batista, permanece en la memoria de su pueblo todo. A las nuevas generaciones les toca saber, honrar y no olvidar

Autor:

Daniela Hernández Alfonso

Abelito siempre quiso pertenecer al Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Mártires de Humboldt 7. Fue la escuela de sus padres. A sus 14 años no deseaba otra cosa y lo logró. Luego de tres años en la prestigiosa institución, cada vez que lo escucho hablar del orgullo H 7, de lo que vivió en esa etapa, no puedo evitar pensar en la historia que hay detrás de ese nombre.

Porque el significado de lo que encierra ese sentimiento, me recuerda que no podemos olvidar que Humboldt 7 no es solo un número, ni siquiera solo el nombre de esa escuela, sino un hecho que manchó de sangre las páginas de la historia de Cuba.

He pasado en distintas ocasiones por esa calle, reconozco que sabía poco de lo que allí había sucedido hace tantos años; cada vez que preguntaba me daban varias versiones, para mí era un sitio normal, otro de tantos, pero no, es un recordatorio. Es como un pasaje hacia el pasado, a aquel 20 de abril de 1957.

La dictadura de Fulgencio Batista se aferraba al poder con uñas y dientes, seguía sembrando el terror en cada rincón de la Isla. En la calle Humboldt número 7, en un edificio de apartamentos modestos, a pocas cuadras del malecón habanero se veían por última vez Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó, Joe Westbrook y José Machado.

Luego de reuniones, de conformar nuevamente la estructura del Directorio Revolucionario, de esconderse en varios lugares de La Habana tras las acciones del 13 de marzo, llegaron al apartamento 201. Aparentemente, era una tarde tranquila, pero una cobarde delación no dejó que fuera así. La muerte los acechaba y ellos ajenos.

Sin previo aviso, el esbirro Esteban Ventura Novo y sus secuaces rodearon el edificio. Derribaron la puerta y entraron a matar, sin compasión, no podía quedar uno vivo. Los revolucionarios, ignorando que estaban cercados, intentaron buscar una vía de escape y salieron en todas direcciones; Fructuoso y José Machado (Machadito) lograron saltar por una ventana, pero no hubo suerte, fueron acribillados a balazos. Rematados en el suelo vilmente.

Después, los cuerpos de los cuatro dirigentes fueron arrastrados por la acera hasta la esquina siguiente; cuentan que los vecinos desde sus balcones gritaban: ¡Asesinos! Aunque eso no impidió la injusticia, dejaban un mensaje: la lucha seguía.

Humboldt 7 se convirtió en un escenario de horror, un recordatorio de la brutalidad de la dictadura. Eran jóvenes, demasiado jóvenes para ser silenciados de esa manera. Sin embargo, su memoria permanece en el pueblo cubano, como Abelito y miles de estudiantes que se enorgullecen de pertenecer a esa escuela, de honrar y no olvidar jamás a sus mártires.

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