Su libro El asalto a Cuba por la oligarquía financiera, valió a Pino Santos, en 1973, un premio Casa de las Américas. Autor: Archivo de JR Publicado: 19/04/2025 | 07:53 pm
Decía el historiador Jorge Ibarra que la historiografía cubana tenía ante sí la tarea de reconstruir la influencia que ejerció el periodismo en los años 40 y 50 del siglo pasado en la forja ideológica del proceso revolucionario y en el pensamiento de las vanguardias políticas.
Aludía, de manera particular, a la vasta obra periodística de Oscar Pino Santos (Banes, 1928-La Habana, 2004). Más de 200 reportajes, ensayos y artículos publicados entre 1954 y 1958, en la revista Bohemia y, sobre todo, en Carteles (revista gráfica cubana publicada entre 1919 y 1960). Una selección de esos trabajos los recogió el autor, por sugerencia de Ibarra, en un libro al que dio el largo título de Los años 50. En una Cuba que algunos añoran, otros no quieren ni recordar y los más desconocen, que, con fotos de Raúl Corrales (quien en su momento acompañó a Pino Santos en sus andanzas reporteriles) se publicó en 2008.
Apuntaba Pino Santos que no era raro escuchar o leer referencias nostálgicas de aquella época, que algunos insisten en presentar como la edad de oro de la República de Cuba, con miles de autos circulando por La Habana, su vida nocturna deslumbrante, sus 20 kilómetros de vidrieras y sus anuncios lumínicos, y las celebridades que eran visita habitual en la ciudad. No fue interés de Pino Santos refutar tales remembranzas que, en buena medida, también eran suyas. Tenía, sin embargo, otros recuerdos: la Cuba del capitalismo dependiente y subdesarrollado, con su secuela de deformaciones económicas estructurales, desigualdad social, desempleo a gran escala y pobreza apabullante, por no hablar de otros aspectos relacionados con su identidad como nación.
Con la veintena de reportajes que compiló en Los años 50… Pino Santos logró un libro objetivo y entretenido, en el cual alternó el texto de cierta levedad informativa con otros de mayor densidad y cala analítica, pero escritos en el estilo claro y ameno que exigía un periodismo dependiente de la venta de materiales que incitaran la atención y el interés del público.
«Y ello, singularmente, en el caso del tipo de periodismo a que yo me dedicaba —investigativo, analítico e implícitamente denunciador— y cuya contrapartida necesaria era una exposición literaria elaborada con la matrera intención de agarrar al lector en el primer párrafo y continuar redactando de manera que no se le escapara hasta el último», escribió Pino Santos, y precisó que al éxito de ese esfuerzo contribuían la calidad tipográfica y el diseño de la revista, «pero de manera decisiva también las excelentes fotos de Raúl Corrales».
Usted puede hacerlo
Pino Santos se estrenó y entrenó como periodista en el diario Noticias de Hoy, órgano del Partido Socialista Popular (comunista) al lado de Honorio Muñoz, un hombre a quien hasta el final de su vida consideró como «el más completo y extraordinario exponente de esa profesión que Cuba haya producido». Cuando Hoy fue clausurado tras los sucesos del cuartel Moncada, el novel periodista decidió probar suerte en Bohemia, entonces la revista más importante del continente.
Escribió un artículo sobre los ciclones. Se lo dio a ilustrar al pintor y dibujante Adigio Benítez, a quien la clausura del diario había dejado también sin empleo, y desoyendo a los que le decían que era difícil que esa publicación lo acogiera, lo llevó a Bohemia y lo entregó, como era usual, al portero.
No demoró Bohemia en publicarlo y Pino Santos, entusiasmado, empezó a «disparar» un artículo tras otro que, siempre a través del portero, entregaba a la revista. Mas, un día, ¡sorpresa! El portero le dijo que pasara porque el jefe de información tenía interés en conocerlo.
Se trataba del asturiano Antonio Ortega, quien le pidió que comenzara a colaborar en Carteles, que Miguel Ángel Quevedo, director-propietario de Bohemia, acababa de comprar a Alfredo T. Quiles por dos millones de pesos, y le había confiado la dirección. Podría publicar hasta dos reportajes a la semana, uno de ellos bajo seudónimo, y devengaría 35 pesos por cada uno. Comenzamos en dos o tres semanas, precisó el asturiano y le pidió que preparara un texto sobre un tema nacional. Recalcó: «Y que sea impactante. Yo sé que usted puede».
Preso en chivirico
Buscó Pino Santos la colaboración de Raúl Corrales, que había sido su compañero en Hoy y daba dimensión artística a cada una de sus fotos. Corrales con su vieja Leyka y él con su libreta de notas, acometieron el reportaje sobre la deforestación de la Isla. «Arruinados 250 kilómetros de bosque en la Sierra Maestra», constató.
En Chivirico, al bajar de la Sierra, redactor y fotógrafo pasaron una semana detenidos por orden de un coronel, «amable, pero de aspecto feroz», que inspeccionaba el cuartel de la localidad. Texto y fotos testimoniaron la destrucción de los bosques, y la complicidad de las autoridades, incluida la Guardia Rural.
Siguió, entre otros, un reportaje sobre la Ciénaga de Zapata, sitio que atravesaron de un extremo a otro a pie sobre el diente de perro, cruzando el monte bajo y deteniéndose solo en los cortes donde se elaboraba el carbón, del que vivían sus pobladores, y desafiando la agresión de los mosquitos. En 3 500 kilómetros cuadrados «no había un hospital ni una sola de las llamadas casas de socorro, ni siquiera un médico», confirmaron.
Abordó otros muchos temas. El nivel de vida del cubano que, afirmaba, «es peor que a principios de la República». El dramático problema de la vivienda. La emigración y el juego de la charada y la bolita. Lo que hacían y pensaban los adolescentes y qué les preocupaba. La cuota azucarera. La política económica del Gobierno. Concluía: «Quieren arruinar la producción arrocera». Además: «Cuba deja de cultivar 130 000 caballerías para comprar productos agrícolas en los Estados Unidos».
Canal Via Cuba
Pese a que el periodista no tenía pelos en la lengua ni hacía concesiones de principios, nadie le pidió nunca, en Bohemia ni en Carteles, que silenciara su visión de la realidad o que eliminara siquiera una línea de lo que escribía. Algo paradójico. Los reportajes más sonados y sensacionales logró hacerlos gracias a la iniciativa y con el concurso informativo de importantes figuras del régimen batistiano. Uno de ellos sobre el desempleo. Otro, sobre el Canal Vía Cuba.
El doctor Gustavo Gutiérrez, ministro-presidente del Consejo Nacional de Economía de la dictadura, le pidió que organizara la divulgación de un simposio sobre los recursos naturales cubanos. Iba el periodista a declinar la propuesta cuando Carlos Rafael Rodríguez, de la Dirección Nacional del PSP, le pidió en secreto que la aceptara por las informaciones importantes que se pudieran allegar. Pino Santos puso como condición que debía disponer de absoluta libertad en el manejo publicitario del evento, con lo que el Ministro estuvo de acuerdo. Conformó entonces su equipo, la información comenzó a fluir y ya casi al final del simposio cayó en sus manos un informe que dio pie a un reportaje cuyo título, impactante, se desplegó a lo ancho de las dos páginas centrales de la revista: «¡Más de 1 235 000 desempleados en Cuba!».
Sobre el Canal Vía Cuba, intento de partir el país en dos, la información se la suministraron altos oficiales de la Marina de Guerra, confiados en que el periodista reflejaría en sus páginas los beneficios del Canal. Eso hizo en la primera parte del trabajo: reflejó las supuestas ventajas del proyecto para, en una segunda parte, aludir a las nefastas consecuencias que traería para la nación y el gigantesco negocio que, a costa de los intereses nacionales, significaría para unos cuantos. Protestaron la prensa, la oposición, los intelectuales, los estudiantes… y el proyecto del Canal Vía Cuba, que correría desde la bahía de Cárdenas hasta la de Cochinos, debió ser engavetado.
Amaba a los perros
Fue embajador de Cuba y profesor en Harvard, y también presidente en la Isla del Club del Pastor Alemán. Su libro El asalto a Cuba por la oligarquía financiera, valió a Pino Santos, en 1973, un premio Casa de las Américas. Pese a la veintena de títulos que publicó y a lo incontable de su quehacer periodístico, consideraba lo más importante de su obra escrita, «las 49 palabras del primer artículo de aquella ley [de la Reforma Agraria] que, aprobadas por Fidel y puestas en práctica por la Revolución, significaron el principio del fin en Cuba del latifundio, de la explotación de los campesinos y obreros agrícolas, de la dependencia y la dominación imperialistas y su aliada la oligarquía doméstica».
Su libro Los años 50… merece ser reeditado para ponerlo al alcance de los que no vivieron dicha década, y de los que insisten en falsificar el pasado.