La ultraderecha cubanoamericana de Miami, aparte de ser intransigente, mitómana alucinante y troglodita, es cuentista, alardosa e irracional. Por las propiedades que posee, los que la componen bien pudieran trabajar en circos o ferias de pueblo, ya que se pasan el tiempo haciendo payasadas o funcionando como ilusionistas. Quienes como yo viven en esta ciudad saben muy bien porqué me refiero de esa forma a este grupo de personas de origen cubano.
A veces deseo una casa; no una mejor que la que habito, sino aquella de mi adolescencia que quisiera reconstruir con ladrillos incorruptibles, cuando ya uno se percata de que el tiempo es la mercancía más barata del mercado mundial, y también la que más rápido se consume o se desgasta.
Estamos en verdad viviendo una etapa de rectificaciones cruciales. De cuantos nos empeñamos en mantener sinceramente la fidelidad a las ideas y fines esenciales de la Revolución Cubana, ninguno miente, ni juega con la confianza o las esperanzas de nuestros compatriotas. Y me incluyo, aunque de mí no dependa ninguna decisión, porque escribo, y escribo con la intención de difundir la certeza de que en Cuba hoy se piensa y se actúa para trascender lo precario sin renunciar a los valores de la justicia social y la independencia.
Me contaba mi padre, nacido en 1911, que el primer radio que hubo en nuestro pueblo lo podía oír una sola persona, pues no se había obtenido la amplificación. Los que querían conocer lo que se radiaba se congregaban alrededor del oyente y este, como amplificador humano, transmitía lo que le llegaba a través de las ondas electromagnéticas.
Por más que en nuestra Isla intentemos tributarle a la mujer similares espacios que al hombre, no dejan de pulular ancestrales credos sobre las mal llamadas «diferencias» entre uno y otro sexos. Y la esfera del músculo no constituye la excepción.
Las manifestaciones artísticas gremialmente llamadas «cultura» son importantes, y merecen espacio; pero constituyen apenas una parte de la cultura, que es un conjunto mucho mayor: la obra de la humanidad sobre la Tierra. Esa obra no habrá dado sus mejores frutos mientras la especie no logre una existencia armónica, basada en la justicia y en el respeto mutuo entre las personas.
Quizá Raimond Davis se sintió Superman con una pistola y quiso probar sus poderes disparando a dos jóvenes paquistaníes en pleno centro de Lahore. Posiblemente se sintió seguro, no por su «capa», sino por la certeza de salvar luego el pellejo con su «inmunidad diplomática»… ¿o eso fue un invento de última hora del gobierno de EE.UU.? Es muy pronto, pero sobran las razones para la sospecha.
Bien se conoce aquella anécdota atribuida a un escribano de uno de los emperadores de Roma. El copista recibió una orden de su jefe: redactar un mensaje en el que se plasmara el perdón a la vida de un prisionero enemigo.
Cuba parece estar en tiempos de pirámides invertidas. La social no ha logrado remontar el trastorno en que la situó la agudeza del período especial. La demográfica nos la vira el envejecimiento poblacional. Y en fecha más reciente se anunció la inversión de la tradicional estructura de consumo eléctrico del país.
He visto a Elio Menéndez, que puede dictar cátedra de Periodismo Deportivo a estadio lleno, lanzarse al ruedo de una polémica con la naturalidad de un chiquillo descalzo. Y recordar las crónicas de Eladio Secades y las de su amigo Bobby Salamanca, y las de otros aun más jóvenes, diciendo que «esas sí son crónicas», como si las de él mismo, que aún se evocan entre la afición por pícaras y elegantes, fuesen solo martillazos de un aprendiz.