Por estos días la cantautora cubana Liuba María Hevia concede su buena música y su actuación siempre reveladora a varias provincias, como parte de una gira nacional en la que regala muchas de las canciones de su última producción discográfica, Puertas.
Tras las épocas de fe vienen las de crítica. La frase la recordó en reciente artículo un ardoroso martiano y encaja perfectamente en la brújula salvadora de Cuba.
El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, complemento y la más alta nota de un proceso de discusión popular profundamente democrático, ha sido para muchos el parteaguas imprescindible en un largo camino de esfuerzos por hacer posible la existencia y el mejoramiento de la nación.
Lucía me ha renovado la ternura. Mi nieta apenas cumple hoy una semana de vida soberana, después de traspasar ese umbral irreversible hacia la luz de la existencia, cesárea mediante. La observo dormir espléndidamente, tras el velo rosado de su mosquitero. Sigo los mohínes de su boquita corazón, sus mínimos dedos como lirios bonsái, aferrados al pañal. En cualquier instante me sorprenderá entreabriendo sus ojillos impolutos al son de sus primeros desplantes y rebeldías, esos llantos por la savia materna.
Caballero es el título que le dio el caballo al hombre, según definición de un clásico que en eso de arrojar alfileres fue un notable perito y que no nombro por si la ficha de mi memoria lo ha enmarañado. Y por ello, jinete sobre la caballerosidad, que incluye la honradez, ofrezco disculpas por que el viernes 22 de abril un lector al menos se sintió agraviado o inquieto cuando escribí «mañas de basureros» al referirme a la falta de decencia en ciertas personas. En verdad, no aludía a los trabajadores de la higiene comunal, sino a los espacios donde se vierten los desechos y donde suele haber pestilencia y degradación.
Por lo menos ha reconocido que los inmigrantes son importantes para la economía. Ese es el matiz nuevo que el presidente Barack Obama ha impreso a su discurso sobre la traída y llevada reforma migratoria, un tema no resuelto por la administración de W. Bush que constituyó después un punto en la campaña del mandatario demócrata.
Desde que el 16 de mayo de 1929 se realizó la primera entrega de los rimbombantes premios Óscar, la estatuilla devino símbolo de maestría y consagración cinematográficas a escala global. Lamentablemente, muchos elementos ajenos al séptimo arte inciden en las decisiones de cada jurado a la hora de entregar las estatuillas, y resulta conocida la polémica acerca de su valor como concurso auténtico, pues no pocas sombras acechan alrededor de la premiación como expresión de mercantilismo y consumismo.
El sol, que a estas alturas del año ya nos pregona lo que traerá en la canasta en agosto, incide perpendicularmente sobre las cabezas de los que esperan, quienes intercambian miradas y algún ¡pst! de fastidio.
Siempre me sobresalta el merengue El negrito del batey que, en voz del dominicano Alberto Beltrán, desataba furores durante mi infancia. Con los años, comprendí que ese provocador evangelio del ocio, a punto de proclamar «…el trabajo para mí es un enemigo/ el trabajar yo se lo dejo todo al buey/ porque el trabajo lo hizo Dios como castigo…», revelaba en su sensorial marginalidad una reticencia más honda: la enajenación de los mayoritarios perdedores que, en la codiciosa aventura de la Humanidad, han engrosado la riqueza ajena con sus músculos y sudores.
Dice uno madre y lo entrañable del término cala profundo en el cariño. Repite uno madre, o lo musita, o lo vocifera, y la poesía de la evocación se devela en el entorno. Sucede como si el simple hecho de nombrarla trocase en mejor lo bueno y en perfecto lo mejor.