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Obama: ¿reforma o campaña?

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Por lo menos ha reconocido que los inmigrantes son importantes para la economía. Ese es el matiz nuevo que el presidente Barack Obama ha impreso a su discurso sobre la traída y llevada reforma migratoria, un tema no resuelto por la administración de W. Bush que constituyó después un punto en la campaña del mandatario demócrata.

Con razón, no faltan quienes piensen que la retoma del tema persigue, justamente, calzar su candidatura a la reelección: un empeño que en medio del caos doméstico recibió ya impulso con el muy divulgado y controvertido operativo que puso fin a Osama bin Laden, lo que posiblemente también quiso opacar el poco favor que hizo a la Casa Blanca el asesinato, merced a los bombardeos contra Libia, de un hijo y tres nietos de Gadaffi.

En este caso, se trataría de asegurar el voto de los llamados «hispanos». Esperada hace décadas por los indocumentados —la mayoría latinos— que aspiran a legalizar su estancia en EE.UU., la reforma migratoria ha vuelto a ser colocada en la palestra por Obama durante un discurso pronunciado en el estado de Texas, justo en la frontera donde cientos de latinoamericanos agobiados por la pobreza, preferentemente mexicanos, pierden la vida o son apresados en el desesperado intento por encontrar mejores perspectivas en el Norte.

El aporte a la economía de los inmigrantes, desconocido en los distintos proyectos para la regularización que han pasado por el Congreso, ha sido tomado en cuenta por primera vez por Obama, quien le otorgó trascendencia para la economía nacional.

«La reforma migratoria es un imperativo económico que nos hará más competitivos en el escenario global», aseguró, y llamó al país en pos de una reforma «inteligente para la economía».

Así ponía de algún modo sobre el tapete el trabajo mal remunerado que desempeñan los inmigrantes en aquellos puestos duros que el estadounidense medio no quiere.

Partícipes de una ola de protestas que sumó a sindicatos anglosajones, los ilegales hicieron notar la importancia de su labor durante la campaña contra las deportaciones y por la documentación del agitado 2006, cuando escogieron una jornada completa para ausentarse de sus puestos y demostrar la significación de sus brazos, en un remedo del film Un día sin mexicanos.

Entonces, un proyecto de ley interpuesto  por W. Bush proponía legalizar a los que tuvieran más tiempo en el país y cumplieran varios y difíciles requisitos, en lo que más bien pareció una estratagema para dividir a un movimiento que se veía sólido, y estremecía a la sociedad.

Sin embargo, no todos confían en la sinceridad del llamado hecho ahora por el actual Presidente de EE.UU. No solo se le señala la jugada de trasladar el problema al campo económico. Además, se le reprocha que lo plantee luego de haber satisfecho las racistas demandas republicanas, que le exigieron reforzar los controles en la frontera.

Barack Obama reconoce el trabajo de los ilegales después de incrementar a 20 000 los agentes de la Patrulla Fronteriza acompañados por 1 200 soldados de la Guardia Nacional y aviones no tripulados que, sin embargo, no han podido parar el ilegal tráfico de armas co-responsable del incremento de la violencia en México. Más de 800 000 inmigrantes fueron víctimas de las redadas masivas y deportados en los dos últimos años.

Tampoco es una panacea lo que ahora propone. Para regularizarse los indocumentados deberían admitir que transgredieron las leyes, reconocer la obligación de pagar impuestos y cubrir una multa, además de aprender inglés y someterse a una investigación de procesos penales que haría el trámite largo y engorroso.

Por demás, pocos confían en que una reforma migratoria podría conseguirse ahora, cuando el mandatario carece de la mayoría perdida en la Cámara de Representantes con la sonada derrota del pasado noviembre.

Bienvenido, pese a todo, en sectores cercanos a los indocumentados, el planteo  ha provocado el pedido, al menos, de un cronograma de implementación del debate que le imprima visos de deseo serio a lo que muchos consideran otro amago con vistas a la reelección.

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