Durante sus 12 años de pontificado, Francisco manifestó su admiración por el pueblo cubano. Autor: PL Publicado: 21/04/2025 | 10:16 pm
TAL vez nunca un jefe de la Iglesia Católica haya ganado un liderazgo tan amplio y popular como Francisco, algo que él consiguió en la misma medida en que su pontificado se extendió fuera de las fronteras de su ministerio para tocar, con su inmensa humanidad, a los dolientes de todas las causas justas, fueren políticas o no, exigiendo para ellos justicia, no compasión.
Orgullosos del primer Papa latinoamericano hemos vivido los habitantes de este hemisferio los fructíferos 12 años de su presencia al frente del Vaticano, y lo seguiremos estando en lo adelante, después de su sentida muerte.
Habríamos querido que estuviera más para que siguiera atemperando el rol y el desempeño de la institución que ha presidido con esa mira amplia y bondadosa, pero también enérgica, que lo caracterizó lo mismo para bendecir a los necesitados, que para exigir el fin de las guerras.
Durante sus últimas semanas, mientras luchaba, esta vez, por su propia vida en el hospital Gemelli, de Roma, sus primeras inquietudes diarias en medio de la gravedad fueron, invariablemente, en torno a Gaza.
A su masacrada población dedicó también un fragmento de las palabras del Domingo de Resurrección, que leyó el maestro de ceremonias, Diego Ravelli, seguramente porque a Francisco, quien en un evidente esfuerzo se había asomado al balcón del pórtico central de la Basílica de San Pedro y brindado a las decenas de miles que lo saludaban la bendición
Urbi et Orbi, le faltaban las fuerzas y el aliento que le robaron una pulmonía doble y otras dolencias.
Pese a ello, en la que sería su última aparición pública pocas horas antes de fallecer, realizó el habitual recorrido entre la muchedumbre y saludó a muchos desde su vehículo, rompiendo una vez más los dos meses de reposo que le habían recetado los médicos.
Pero Francisco no solo puso su mirada y su corazón en las grandes causas que más hacen sufrir a poblaciones enteras.
Él no fue un Pontífice de los poderosos ni calló los pecados cuando era necesaria la justicia.
Sin perder las esencias de su infancia en un barrio obrero de Buenos Aires, entendió los dilemas humanos aunque no vaciló en hacer públicos los males que comprometían la integridad de los hombres.
Lo convirtieron también en un Papa «especial» su bregar por abrir espacios de
comprensión hacia los que, por su inclinación sexual, han sido considerados «diferentes»; para ampliar el rol de la mujer en la Iglesia; para pedir sanción contra ministros católicos de distintas latitudes denunciados por abusos contra menores en sucesos que generaron «vergüenza», según sus palabras alguna vez.
Jorge Mario Bergoglio no democratizó la Iglesia: democratizó el papel de la Iglesia al convertir a la institución en una voz a la que, al peso que siempre ha tenido, él la dotó de suficiente credibilidad como para que todos, creyentes o no, nos sintiéramos identificados con ella como representante del bien, de la justicia y la paz… del amor.
Gracias a ello, Francisco ayudó a que muchos fuéramos más ecuménicos, no en el sentido literal; sino entendiendo el ecumenismo como metáfora que refleje la comunión de sentimientos entre quienes profesan el catolicismo, y quienes no.
Precisamente, La Habana fue testigo del ejercicio ecuménico de Francisco en el sentido recto del término.
Muchos quedaron sorprendidos de que en febrero de 2016, apenas cinco meses después de su visita pastoral, el Papa escogiera a Cuba —donde hizo escala en vuelo hacia México—, para reunirse con Kirill, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, para un encuentro que demostró su deseo de diálogo y comprensión entre ambas Iglesias.
En el mensaje donde agradeció al entonces Presidente cubano, Raúl Castro Ruz, «la voluntad de haber hecho posible» aquella reunión, el Papa escribió también: «No podemos desviarnos del camino del diálogo, el encuentro y el entendimiento si deseamos alcanzar la paz para la reconciliación y la coexistencia de todas las personas de buena voluntad».
Para los cubanos fue un motivo de regocijo que él hubiera escogido su capital para esa cita: ello demostraba las buenas impresiones de su viaje de septiembre de 2015, cuando intercambió con Raúl, su solícito anfitrión; visitó a Fidel, con quien sostuvo un encuentro matizado por el intercambio de libros, y de sus importantes criterios acerca de los más trascendentales asuntos del mundo y la humanidad. Ofició misas en la Plaza de la Revolución de La Habana, en la Catedral santiaguera y en el Santuario de la Patrona de la Isla, la Caridad del Cobre, donde recibió el cariño del pueblo.
Algunos años después, durante una entrevista citada ahora, a propósito de su deceso, por Cubadebate, confesó: «Yo quiero mucho al pueblo cubano. Tuve buenas relaciones humanas con gente cubana y también lo confieso: con Raúl Castro tengo una relación humana. Yo me quedé contento cuando se logró ese pequeño acuerdo con los Estados Unidos que el presidente Obama lo quiso en su momento, y Raúl Castro lo aceptó, y fue un buen paso adelante pero que se detuvo ahora».
Los cubanos apreciamos, particularmente, ese cariño y preocupación suyos por la Isla. Y recordamos con alegría y orgullo la manera desenfadada con que compartió con nuestros artistas de la Compañía Havana del Circo Nacional, quienes, en homenaje por su 81 cumpleaños, le brindaron una función especial en el propio Vaticano, en diciembre de 2017.
Dando muestras de su disfrute, Francisco sostuvo, sonriente, el balón que un joven malabarista cubano puso, girando, sobre su dedo índice…
Así lo evocamos: estadista mundial, sin dejar de ser el hombre de carne y hueso, justo y afectuoso siempre.
«Mi gente es pobre y yo soy uno de ellos»
«El sepulcro debe ser en tierra; sencillo, sin ninguna decoración particular y con la única inscripción: Franciscus», reza el texto del testamento del Papa Francisco, y que concluye: «Que el Señor dé la recompensa merecida a quienes me amaron y seguirán rezando por mí. El sufrimiento que se hizo presente en la última parte de mi vida lo ofrecí al Señor por la paz mundial y la fraternidad entre los pueblos».
«Con profundo dolor tengo que anunciar que el Papa Francisco ha muerto a las 7:35 horas de hoy, el obispo de Roma ha vuelto a la casa del padre, su vida entera ha estado dedicada servicio del Señor y de su Iglesia y nos ha enseñado el valor del evangelio con fidelidad, valor y amor universal y en manera particular a favor de los más pobres y marginados», leyó el comunicado oficial el camarlengo del Vaticano, el cardenal Kevin Joseph Farrel.
El fallecimiento del Papa Francisco ocurrió como consecuencia de un derrame cerebral y apoplejía cerebral, que produjo un estado de coma y posteriormente un «colapso cardiovascular irreversible», informó este lunes por la tarde la oficina de prensa del Vaticano.
Este martes, los cardenales se reunirán para la primera congregación general, donde se podría definir la fecha del funeral. Según el derecho canónico, el funeral deberá celebrarse entre el cuarto y el sexto día tras el fallecimiento. Con ello, el Vaticano se prepara para iniciar el cónclave que elegirá al próximo pontífice y en cual votarán 135 cardenales, con menos de 80 años, de los 252 del Colegio Cardenalicio.
Las campanas de las iglesias en Cuba doblaron como las de todo el mundo, conmovido por su deceso. «Lamentamos profundamente el fallecimiento del inolvidable Papa Francisco. Las muestras de afecto y cordial cercanía que transmitió a nuestros compatriotas fueron siempre reciprocadas por los cubanos», dijo el Presidente Miguel Díaz-Canel en su perfil en X.
Los mensajes llegan desde muy diversas partes, ocupan titulares en los medios, colman las redes sociales, y son los sentimientos de personas de su fe o de muy diversas religiones o ideologías, van desde los más humildes hasta jefes de Estado.
En su natal Argentina fueron decretados siete días de duelo nacional y las Madres de Plaza de Mayo le agradecieron profundamente por su cercanía y compromiso.