Edgar Morín, el gran pensador francés, bien podría ser una de las alternativas para vislumbrar el horizonte ante los precios altos de los alimentos agropecuarios en Cuba. Morín, considerado el padre de la Teoría de la complejidad, advierte que para superar los problemas complejos no se puede contar con una sola respuesta. Se necesita, al contrario de lo que algunos pudieran imaginar, varias fórmulas y alternativas, todas debidamente integradas.
La muestra inequívoca de que se están desgranando verdades brotó en el auditorio con un silencio profundo, acompañado de los rostros serios y meditabundos. Los impactan esas palabras que van desmenuzando, con precisión, la utilización de un lenguaje de respuestas escurridizas y carentes de precisión.
Para entender a la gente joven que está de cara al surco hay que aprender a escucharlos, aun cuando ciertos términos, la desmotivación, por ejemplo, no parezcan del todo ajustados al momento que vivimos.
La noticia dada por una agencia rusa el pasado 30 de mayo pudo haber creado disgustos en distintas latitudes del mundo. En el pueblo de Colmnitz, ubicado en el estado federado de Sajonia (este), Alemania, se permitió la asistencia de individuos con uniformes de la Wehrmacht durante una fiesta municipal.
¿Por qué estás aquí?, le pregunté asombrada. No pensé verlo allí nuevamente, y menos cuando apenas han transcurrido dos meses desde que nos conocimos.
Regreso con retraso a la reciente Bienal de Diseño. Sabido es que la cartelística de los 60 del pasado siglo alcanzó renombre internacional. Más importante para mí es que muchos afiches se convirtieron en íconos para los jóvenes de entonces. Los acompañaban en la intimidad de sus habitaciones y en los espacios compartidos de la beca. Menor repercusión interna alcanzaron el mobiliario exportado a algunos mercados de élite y la producción de cerámica, cuya atractiva singularidad muchos descubrieron en La Faralla del Parque Lenin, bajo los auspicios de Celia Sánchez. La creación de la ONDi y del Instituto de Diseño Industrial debían sentar las pautas para la comunicación gráfica y la fabricación de productos.
BULGARIA. Es difícil de explicar. Muchos no entenderán el apego que pueda tener este negro que soy, nacido bajo el fuego, con aquella tierra que a veces puede albergar un frío que te parte hasta el pelo. Pero desde que lo encontré he amado ese país casi de manera enfermiza. Es extraño que cierre los ojos y no se pinten con claridad, como si fuera una nítida pantalla de cine, las calles, los tranvías, el camino de hielo resultado de los pesados pasos de la gente al andar sobre esa nieve que llegué a odiar (bueno, es que todo no podía ser perfecto); las rosas, los parques, los cafés, las vanitzas (tipo de pastel), la rakía (aguardiente), las tiendas semejando el paraíso, los perfumes que aquí valían una fortuna y allá se vendían en los estanquillos de periódicos, a centavos: Gato negro, París, Kremena... Nadie los quería, pero a mí me recordaban los olores de casa... Los amigos eternos, la familia que armé con personas que abrazándome, mimándome, me salvaron... La universidad... y yo como la mosca impertinente que decide refrescar en la abundante y blanca leche...
Consciente de que la salida del Reino Unido de la Unión Europea —conocida como brexit— podría acabar su propia carrera política, el primer ministro británico, David Cameron, recordaba ayer a sus conciudadanos que la decisión sería irreversible y no habría vuelta atrás.
A algunos podrá parecerle «teque», pero no me canso de repetir que quienes vivimos este tiempo necesitamos mirar mucho más el espejo de aquella generación que, privándose de caudales inimaginables, se marchó a los zarzales y a los campos para tratar de fundar una nación auténtica.
Muchas cosas cambiaron en Cuba tras los once meses de parcial ocupación inglesa en el siglo XVIII, pero no puede decirse que el idioma estuvo entre ellas. Los criollos de entonces conservaron la lengua conquistada a los conquistadores hispanos y hasta llegaron a usarla para ridiculizar a los nuevos invasores: aquello de «la hora de los mameyes», para aludir a la sesión nocturna del toque de queda en La Habana, a partir de la cual hacían ronda muchos uniformados de casacas rojas, cual mameyes, ha llegado a estos días como frase peculiar, cubanísima, pero también como otro pasaje de nuestra resistencia.