Llegó el momento de respirar hondo y llenar los pulmones del aire cálido y húmedo de nuestro verano tropical. Pasó la angustia de los exámenes y de la espera por el otorgamiento de las carreras universitarias. No saben todavía los muchachos, ansiosos por el disfrute vacacional, que algún día sentirán añoranza de estos tiempos de alegría y pesadumbre, porque cada graduación implica una despedida.
Parece que el que está fatal soy yo. Me separé de Navarrete y ya tengo la policía aquí…, comenta el joven sin que la certeza del hecho le dé alguna posibilidad al miedo o la impaciencia.
El día que supo mi sexo, seguramente papá hizo esa mueca que se le dibuja en el rostro cuando no está conforme con algo. Con mi nacimiento, su anhelo de tener un varón a quien llamarle José se fue a bolina por la edad, pues era el último hijo que mamá debía tener.
Cuesta entender el fundamento (¿existirá?) de esa práctica en las tiendas recaudadoras de divisa, de que si pagas en CUP, te devuelven en moneda convertible. Vaya usted a saber el porqué.
El 7 de junio de 2016, la columnista Monica Heger, de la revista estadounidense Nature Medicine, publicó en ese medio un artículo con un título muy sugestivo y que traducido al idioma español dice: Delegación asfalta el camino para las colaboraciones investigativas Estados Unidos-Cuba.
Me horroriza pensar que algún día nuestros interlocutores serán robots. Artefactos inteligentes y bien programados, podrán transmitir información y establecer un diálogo mínimo. Pero, la mano y el habla nos hicieron seres humanos.
«¿Consejo?: primero ser patriotas, después, tener una profesión y desempeñarla a plenitud, cualquiera que sea —la más humilde o la más sofisticada—, y hacer bien las cosas». Como un padre, como maestro que ha vivido intensa y largamente el difícil y esforzado camino de la existencia, José Ramón Fernández, asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, habló el pasado 16 de julio a un grupo de niños y adolescentes durante la Asamblea Nacional Pioneril que por esos días sesionó.
«Discúlpennos un momento. Enseguida seguimos. Son pequeños asuntos técnicos», dijo el joven e hizo una seña al encargado del audio para que continuara con algunos temas de música grabada. Algunas personas se quedaron inconformes. Otros siguieron bailando como si nada pasara. Detrás del escenario se formó el revuelo.
Luego de tan extensa lista de premiados, que habla por sí sola de la calidad de este grupo de periodistas, algunos de ellos multipremiados en otras ediciones de este prestigioso Concurso 26 de Julio, se imponen unas breves palabras de reconocimiento y felicitación, reconocer el arduo trabajo del Jurado y, por supuesto, dar las congratulaciones para los colegas destacados.
Durante uno de sus últimos ingresos hospitalarios en México, viendo a distancia el revoloteo mediático que su presencia causaba, preguntó si los periodistas estaban locos. «¿Qué hacen allá afuera? Que se vayan a trabajar, a hacer algo de provecho», sugirió en un vano intento de escapar de los titulares. No era un regaño, tal vez ni siquiera una crítica: era otra lección.