El azar situó en un mismo avión, en 1965, al Guerrillero Heroico y a Roberto Fernández Retamar. En aquella travesía de Praga a La Habana ocurriría un diálogo hondo, en el que el actual presidente de la Casa de las Américas descubrió a ese Che para el que «la conversión de un hombre en revolucionario genuino es como una ascesis, un proceso de purificación similar a aquel a que aspiran algunos religiosos»