Viene como una loca por el medio de la calle. Acabó de salir del trabajo, terminó el último turno de clases o puso todo en orden en casa antes de arreglarse un poco y emprender viaje al destino que más añoró durante el día. Tal vez no le dio tiempo ni de peinarse y ahora se acicalará un poco con urgencia antes de hacer contacto con su anhelo online.
El escepticismo surge vertiginoso cada vez que anuncian una medida legislativa. De inmediato, le cuelgan las funestas frases de «Habrá que ver si se cumple» o «Aquí todo está reglamentado, pero cada cual hace lo que le viene en gana».
La declaración de La Habana como una de las siete maravillas del mundo moderno ha suscitado disímiles opiniones entre cubanos y cubanas. Si bien para la gran mayoría constituye motivo de felicidad y satisfacción, no pocos se cuestionan cómo es posible que haya sido elegida cuando muchas de sus edificaciones están deterioradas, el sistema de recogida de basura aún deja que desear y la chapucería y el mal gusto amenazan con desdibujar la belleza de su paisaje urbano.
Osmany Borges parece pez en el agua cuando llega a la sala aséptica e impersonal, de paredes muy blancas, sillones verdes y aire pulcro. Ha ido tantas veces que la cree suya. En cambio, yo me siento tensa. El miedo por las agujas esterilizadas hace que las piernas se obstinen en doblarse.
Cuando nació la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) el 7 de junio de 1976 en Ciudad México, la casi totalidad de los jóvenes periodistas cubanos que hoy llevan sobre sus hombros esta profesión, no habían siquiera sido concebidos por sus padres.
Con el voto de confianza otorgado por los delegados del 7mo. Congreso del Partido Comunista al nuevo Comité Central de esa organización, los cubanos participaremos, entre junio y septiembre, en un proceso trascendental: la construcción colectiva de las definiciones cardinales sobre los destinos del país a corto y mediano plazos, y tomaremos parte en crear las bases conceptuales de un próspero y sostenible socialismo a la cubana, que perdure más allá del 2030.
Suelen confundirse los significados de las palabras humanitarismo y humanismo. La primera alude a actitudes y comportamientos solidarios, dirigidos a atender, escuchar y socorrer a los desamparados, a los sectores vulnerables de la sociedad, a las víctimas de catástrofes naturales, a la huérfana de nueve meses sobreviviente en la isla de Lampedusa de una familia de emigrantes.
En la escalera de 103 peldaños de madera preciosa, que lleva desde el templo de la Iglesia Mayor de Sancti Spíritus hasta lo alto de su campanario, crece el latido de las pisadas de Alfonso Rafael Pasamontes Alfaro, «Cuco», un casi octogenario yayabero, quien desde los 13 años de edad supo sacarles melodía a las campanas de la legendaria parroquial.
En la Cuba de hoy cada coyuntura nueva requiere, generalmente, retos demasiado serios, para los cuales resulta inadmisible la distracción; cada escenario, en apariencias circunstancial, debe mirarse y deliberarse con el prisma objetivo del futuro.
«Cuadrar la caja» es una expresión económica aplicable, además, al buen funcionamiento de algo o alguien, sobre todo cuando se trata de garantizar eficiencia en los procesos que benefician a la mayoría. Y eso, precisamente, es lo que necesita hoy el país: un «cuadro que cuadre»