Cuando quedo sin aire, cuando tanto ruido espanta, corro Cuba adentro, que es como correr hacia la niñez. A la vieja senda de las carretas, a la algazara de mis primos, a los ojos de mi madre. Corro hacia los manantiales y el mamoncillo. Sencillamente corro.
Noche de incertidumbre para Marta, Elogio, Miguel y Maira. Las olas envolvieron la barriada del Machete, la avenida tercera y la tranquilidad de toda la costa norte en Santa Cruz. Noche sin fin. Si hubiesen podido agarrar la mar, pero de todas formas el agua choca, se retuerce y golpea… la mar golpea.
La muchacha hurgó en su cartera; encontró, entre papeles y vacíos, un billete. Tómalo, a ella le hace más falta, dijo, y se viró para regañar a su hijo que se había lanzado a correr para el cuarto y casi se cae. No le dio tiempo a abrir la boca, el niño ya estaba fuera del alcance de sus ojos.
No por esperados dejan de resultar asombrosos esos gestos de tender la mano a los más necesitados en la gran ciudad o la pequeña comunidad, donde se vive como en familia, porque todos se conocen.
Hay muchas cosas que Irma no puede callar. Ni esta femme fatale para Cuba por estos días, ni ningún otro fenómeno meteorológico con nombre de persona.
Tal y como nos sucede ahora con Marte, quizá algún día seres racionales instalados en otras galaxias se interroguen acerca de la existencia de vida en la Tierra, porque en carrera desenfrenada hacia la autodestrucción, se nos ha despertado una vocación suicida.
Seamos directos: los modelos de pronósticos no alientan el mapa de nuestras vidas. Aunque esta verdad tiene no pocos enemigos, poderosos ellos, por cierto, el efecto invernadero global aumenta la temperatura del agua y la humedad, dos elementos básicos en la «dieta» de un ciclón. Y en la hermosa área geográfica que nos tocó en suerte tenemos un mar Caribe cada vez más caliente, lo que nos hace esperar que los «hijos y nietos» de Irma serán aun más fuertes que esta iracunda señora de la escala 5. Así que no hay más salida que perfeccionar nuestra ya eficiente preparación al respecto.
SANTA CLARA, Villa Clara.— Todo suceso, por mucha información que se dé, origina los mil y un comentarios al margen de la realidad. Cada cual le pone un poquito de pimienta, algo netamente suyo, para al final crear su leyenda que propaga como verdad verdadera.
Hoy sientes a Cuba de muchas maneras… de seguro como cientos de miles de cubanas y cubanos, en cualquier lugar del globo terráqueo donde estén. Estás en Brasil y sientes esa sensación casi real/maravillosa de estar con el fango y el agua también desandando las calles de cualquier pueblo donde Irma dejó su huella desoladora. Hoy no sabes exactamente por qué has pensado mil veces en uno de tus primeros días en Brasil, cuando entraste en una tienda y comenzaste a chapurrear un «portuñol» terrible con una vendedora, y enseguida ella preguntó que de dónde eras, y respondiste como un rayo mirándole a los ojos: ¡¡¡De Cuba!!! ¡¡¡Soy cubano!!! La moza te miró y sin formalidad alguna (como quien presupone algo) preguntó si ibas a regresar, a Cuba y le dijiste más rápido aún que ¡Sí!, y ella, que cómo era posible que quisieras regresar, con lo que se «contaba» y tú le dijiste claro y cortante: ¡¡¡No sé lo que dicen exactamente, lo único que sé es que yo amo mi país y quiero regresar!!! Se acabó inmediatamente el intercambio cultural porque la joven se alejó de ti como si hubiera visto un fantasma.
Me acompañó en cada momento: ya fuera con tono de urgencia, alertando y brindando noticias de lo que sobrevendría. Otras veces me susurró al oído, con ese tono íntimo y coloquial que me hacía sentir animada y segura.