Hoy sientes a Cuba de muchas maneras… de seguro como cientos de miles de cubanas y cubanos, en cualquier lugar del globo terráqueo donde estén. Estás en Brasil y sientes esa sensación casi real/maravillosa de estar con el fango y el agua también desandando las calles de cualquier pueblo donde Irma dejó su huella desoladora. Hoy no sabes exactamente por qué has pensado mil veces en uno de tus primeros días en Brasil, cuando entraste en una tienda y comenzaste a chapurrear un «portuñol» terrible con una vendedora, y enseguida ella preguntó que de dónde eras, y respondiste como un rayo mirándole a los ojos: ¡¡¡De Cuba!!! ¡¡¡Soy cubano!!! La moza te miró y sin formalidad alguna (como quien presupone algo) preguntó si ibas a regresar, a Cuba y le dijiste más rápido aún que ¡Sí!, y ella, que cómo era posible que quisieras regresar, con lo que se «contaba» y tú le dijiste claro y cortante: ¡¡¡No sé lo que dicen exactamente, lo único que sé es que yo amo mi país y quiero regresar!!! Se acabó inmediatamente el intercambio cultural porque la joven se alejó de ti como si hubiera visto un fantasma.
También recuerdas cuando te presentaron a la señora María Antonia, madre de tus amigas Mara y Macaé, una matriarca negra de 80 años que apenas le dijeron: ¡Madre este es el estudiante cubano!, ... te enredó en un abrazo infinito con fuerza telúrica y a voz en cuello expresó: ¡Los médicos y las médicas cubanos son los mejores del mundo! Y allí se explayó en argumentos comenzando por poner de ejemplo una dolencia en su rodilla, que había sido tratada por una doctora cubana del Programa Mais Médicos en un recóndito pueblito de Minas Gerais, donde vive María Antonia. Esos médicos sí saben tratar a las personas, conversan contigo, te hablan con el corazón y no te desprecian… insistía constantemente.
Algo parecido te ocurrió unos meses después. Conociste a una mujer muy pobre con cuatro hijos, te confesó que dos de ellos padecen una enfermedad y que no tiene dinero para pagarles el tratamiento (por muchas casas que intenta limpiar). Pero los ojos le brillan y la esperanza vuelve a ella, cuando te comienza a contar que el nené más pequeño está muy contento con la doctora cubana que había llegado a su pueblo, y el bebé se sentía confiado con aquella doctora como si fuera la madre. Es que ¡ela é tão carinhosa com meu menino! me dice emocionada.
Todo se junta hoy y tu pensamiento vuela a Cuba y regresa a Brasil en fracciones de segundos. Te pegas al Facebook como fiel torcedor de tu equipo Cuba y por horas intentas saber lo más mínimo. Repartes ME GUSTA y ME ENCANTA a tantas actitudes nobles como puedes, a las informaciones valiosas que no dejan de compartir muchos y tu compartes para otros, también las circunstancias te exigen colocar unos cuantos ME ENTRISTECE por el ensañamiento de Irma con tus hermanos y hermanas. Te encuentras hoy con amigos y amigas que un día fueron adversarios en un «sal pa’ fuera» digital entre cubanos en un Grupo de Face y se dan apoyo espiritual, se preguntan cómo va «la cosa», se lamentan juntos del empecinamiento de Irma con los cubanos de la Isla y de la Florida y se dedican bendiciones de todos los santorales y orishas… especialmente de Cachita, por ser septiembre.
Ya sabes que todo el mundo está saludable, protegido y con fe en cuanto existe terrenal y divino en Cuba. Sabes que los linieros de Santiago y Granma van a otras provincias y que ya el pueblo junto a sus dirigentes está en las calles recogiendo lo que Irma convirtió en desecho. Estás consciente de que cualquiera de tus abuelas, que coincidieron ser cardiópatas, podrán ser atendidas en caso de urgencia, incluso en una situación extrema como esta. Ves a la gente en las decenas de imágenes y videos y es imposible que no recuerdes aquel Ike monstruoso, o el Sandy que intentaron quebrantar la voluntad de ese pueblo inmenso y no pudieron. No hace falta estar para saber que las casas de placa fueron brindadas a decenas como refugio. Que reunida con una vela, un mechón o un candil, la gente comienza a hacer miles de historias interminables de cada uno de los ciclones pasados, ya convertidas en leyenda de un pueblo mítico y místico que no se cansa de luchar. Que comparten juntos un plato de potaje, un pedazo de pan o un refresco de sirope o de paquetico.
Quizás por todo esto es que hoy lo que comes te parece, o tu imaginación y voluntad lo convierten en una receta familiar cubana. Es así que mezclas arroz y feijão y logras un congrí brasileiro, digno de las enseñanzas culinarias de tu madre Lourdes. Te imaginas yendo a casa de la vecina que vende huevo a 1,50 CUP o a la tienda que llegaron los de la cuota, y tienes que sonreír ante aquella jocosidad cubana de nombrar como «pollo en cápsula» al huevo. Se te ocurre hacer frituras y declaras a la abábora como calabaza, y la mezclas exactamente como veías de niño hacer a tu abuelita Fela cuando le decías que querías comer fritura. Tus manos son las manos de esa vieja querida y mientras conformas la masa codiciada vas hilvanando recuerdos, pensamientos, te va llegando la calma, el sosiego…llegan las certezas y ves claramente en Cuba a cada uno de los que amas, aún en esa oscuridad que ocasiona la electricidad llevada por Irma.
Cuando pruebas la fritura de calabaza sientes la misma sensación de aquel niño goloso por los dulces caseros de abuelita. Con ella sientes que ya nadie te podrá llevar a tu familia de tu alma, nadie podrá arrancar tus recuerdos más íntimos con los cuales naciste, creciste y te quieres morir en esa tierra rodeada de mar. No habrá categoría de ciclón natural o humano que pueda interrumpir los lazos que te conectan a Cuba y a tu pueblo, y que van más allá de pronóstico meteorológico alguno.
No tienes cómo explicarlo en Brasil… no es posible en tu «portuñol», ahora quizás mejorado, ni siquiera en español… las palabras no alcanzan, hay que vivir en Cuba y quizás pasar un furação para entender. O quizás Ernest Hemingway, viendo al Cojímar amado impactado por Irma, lanzando un brazo al hombro de su héroe, el pescador Santiago, y mirando al mar encrespado, puede resumir lo que sientes hoy, con aquella frase inmortal y simbólica, digna del imaginario y la vida del pueblo que lo motiva y me motiva: «un hombre puede ser destruido pero jamás podrá ser derrotado»...
(*) Profesor de la Universidad de Camagüey, que cursa doctorado en Universidad Federal de Minas Gerais, Brasil.