Cuando el 4 de octubre de 1957 una esfera pulimentada de aluminio de poco más de medio metro de diámetro circunnavegó la Tierra, las ansiadas aspiraciones de la conquista del espacio ultraterrestre se hacían realidad, se inauguraba así con nombre ruso: Sputnik, la era espacial.
Las noticias de la pandemia, con sus estadísticas globales impresionantes en cuanto al número de contagiados y fallecidos, ocupan el centro del panorama informativo, aunque no llegan a cancelar del todo la sombra ominosa de una realidad política igualmente peligrosa.
«¡Ustedes nada más piensan en eso!». Así escuché decir, casi reprochar, a una señora mayor, refiriéndose a una pareja de jóvenes. Ellos solo sonrieron, como quien otorga la razón sin que nada importara, y continuaron en eso, tranquilamente.
Puede sentirse el punzante estampido del odio en la historia cubana desde la trágica escena de los ocho estudiantes de Medicina baleados en la flor de su candidez y de sus sueños, un 27 de noviembre de 1871.
El filme Inocencia nos devolvió, con toda la agudeza poética del cine, el dolor inm...
La noticia llega con rapidez tenebrosa: «Ha muerto Quino». En el mismo año de su amigo Juan Padrón. Cosas de La Parca, que al menos nos permite el consuelo de imaginarlos proyectando seguramente cosas maravillosas, como aquellos inolvidables Quinoscopios que hicieron juntos. Con el fallecimiento de ambos perdemos no solo a geniales dibujantes, sino gran parte del acompañamiento que nos regalaron durante muchísimos años.
Cuando se destapó el nuevo coronavirus, extendido rápidamente a la par de especulaciones y revelaciones sobre sus características y formas de comportarse, hubo una machacona revelación: las personas de mayor edad resultan las más propensas a sucumbir por su contagio.
Ese anuncio estaba avalado cient&...
A menudo suelo recordar con cariño a una de mis profesoras del preuniversitario y sus seductoras clases de Historia. Y es que esa avezada maestra siempre insistía en la tamaña necesidad de aprovechar cada espacio para el conocimiento sin permitirnos la insensatez, porque, como dijera en una ocasión a sus alumnos: «cuando se cuenta la historia se está haciendo justicia...
Algo aprendí en las aulas. Tuve buenos profesores —en ciertos casos, verdaderos paradigmas— y otros que no lo eran tanto. Recuerdo en particular a Salvador Massip y Sara Ysalgué, impulsores del desarrollo de la ciencia geográfica después de la Revolución, al sicólogo Alfonso Bernal del Riesgo, antiguo compañero de lucha de Julio Antonio Mella, portador de las experiencias de muchos caminos andados, a Manuel Bisbé, empeñado en enseñarnos a descifrar en griego la Anábasis de Jenofonte, representante a la Cámara por el Partido Ortodoxo, quien encontraba modo de cumplir con puntualidad su responsabilidad docente, a pesar de su agitada vida política. Bisbé caería, víctima de un infarto masivo, cuando afrontaba en la ONU el duro batallar en favor de la verdad de Cuba en los días de Girón. Raimundo Lazo, también comprometido con el Partido de Chibás, fue un pionero fundador de los estudios académicos sobre literatura hispanoamericana en nuestro continente. Algo similar en el campo de las artes visuales fue el papel desempeñado por Luis de Soto, fundador de la Cátedra, junto a su discípula Rosario Novoa, dispuesta siempre a entregar su tiempo libre a las demandas de los estudiantes deseosos de saber. Profesor de Historia de Cuba, Elías Entralgo nos utilizaba como conejillos de indias para la aplicación de su proyecto transformador del ser cubano mediante la adquisición de hábitos de extrema puntualidad y formación de un carácter ajeno a la adicción a los juegos del azar, la desidia y la vagancia.
Al barrio lo que es del barrio, repite entre exabruptos razonables un vecino, quien empareja la frase con aquello de que «al César lo que es del César».
UN amigo quería rescribir los cuentos infantiles. Su propósito, dijo, era hacerlos más educativos. La idea me pareció genial y me ofrecí para editarlos, pero en la primera lectura casi me infarto: en su versión de Cenicienta, la adolescente no pierde el zapato esa noche, sino la virginidad, y como sale embarazada, el príncipe tiene que casarse con ella para criar al heredero, aunque no fuera deseado.