A menudo suelo recordar con cariño a una de mis profesoras del preuniversitario y sus seductoras clases de Historia. Y es que esa avezada maestra siempre insistía en la tamaña necesidad de aprovechar cada espacio para el conocimiento sin permitirnos la insensatez, porque, como dijera en una ocasión a sus alumnos: «cuando se cuenta la historia se está haciendo justicia al honor de los hombres».
En efecto, aquellas palabras siempre me suenan como cánticos reverenciales a la hora de leer un buen libro o ver en televisión alguna serie de corte histórico que emociona y estremece con una simple escena. Esa misma sensación de respeto y admiración la he vuelto a sentir con la finalizada segunda temporada de la serie televisiva LCB: La otra guerra, que transmitió el canal Cubavisión en las noches de domingo.
No menos emotiva fue la primera temporada de la gustada teleserie, pero, en esta ocasión la sensibilidad se ha apoderado más de nosotros. Lo anterior no lo expreso con el ánimo de imponer un criterio personal ni mucho menos, sino porque, más allá de la actual situación, parámetros como los niveles de audiencia y la repercusión en redes sociales van siendo muy favorables.
Sin duda, esta serie ha ganado muchos adeptos dentro del público cubano y una opinión de excelencia casi unánime desde que llegó a la pequeña pantalla en 2017. Precisamente, uno de sus logros radica en presentarnos a los hombres tal cual, son sencillos, revolucionarios y abnegados al deber de preservar la tranquilidad de un país que hacía frente a las bandas de contrarrevolucionarios en el Escambray y en otras zonas del territorio nacional en el período de 1960 a 1965.
Pero el mayor mérito de la serie descansa en no dejar en el olvido a personas que por su coraje y sentido patrio lo sacrificaron todo, incluso, hasta sus propias vidas. Muchas veces personajes desconocidos para nosotros aparecían con la clara intención de revelarnos nombres, costumbres y hechos que marcaron el paso de un período difícil para los cubanos, debido a las constantes agresiones estadounidenses y de la contrarrevolución sustentada por el propio poder yanqui.
Y es que cada capítulo de LCB... se convirtió en una verdadera clase de Historia, no en una trivial o de simples cumplidos, sino en esa que cala profundo y nos hace valorar hasta la humildad natural con que vivían y actuaban los combatientes de la milicia. Cada personaje encarna a un titán, a hombres que más allá de sus seudónimos vivieron como protagonistas de estas gestas y que también murieron, algunos como figuras anónimas, pero con el honor de haber salvado a la Patria del bandidismo.
Existen historias dentro de la serie que incluso nos podían sonar familiares o como leyendas algo lejanas que escuchamos alguna vez de nuestros padres y abuelos. Sí, porque hay anécdotas que se transmiten de generación en generación y perduran en ese imaginario tan rico que es el popular.
Sin embargo, quizá no precisamos nombres ni detalles específicos de acciones y hechos relevantes, por lo que LCB... llegó a hilvanarnos esas referencias inconclusas que luego felizmente concatenamos para bien de una memoria histórica que siempre será necesaria consultar en cada paso futuro.
Confieso y no me apena decirlo, que en esa construcción de lo que fuimos, en cada capítulo, me he emocionado. Pero, cómo no estarlo cuando se cuentan relatos como los de El Elegante sobre el viejo mambí Juan Mateo o cuando El Gallo grita con arrojo para proseguir el combate luego de la muerte de un querido miliciano: «Las lágrimas adentro y la rabia afuera».
Para el elenco actoral no existen reproches, solo un agradecimiento general por haber sido fieles a la estirpe y espontaneidad guajira que un día tomó fusil y se vistió de milicia. Tras un guion impecable que muestra lo más importante del ser humano, sus valores, su formación ideológica y la capacidad de lucha, habrá que sentirse orgulloso por el resultado de este producto televisivo tan auténtico.
Ojalá lleguen a nuestras pantallas series como LCB... o con su mismo espíritu de contar la historia. Esos materiales son necesarios en estos tiempos porque quien olvide de dónde vino o no honre a sus héroes, estará sacrificando el porvenir de la Patria, ese que como a los hombres de la milicia, costó tanto cimentar a fuerza de coraje y metralla.