«¡Ustedes nada más piensan en eso!». Así escuché decir, casi reprochar, a una señora mayor, refiriéndose a una pareja de jóvenes. Ellos solo sonrieron, como quien otorga la razón sin que nada importara, y continuaron en eso, tranquilamente.
Me quedé pensando que quizá la señora lo decía por la corta edad de la pareja o por el desparpajo, placer y disfrute con que se entregaban a eso, a la vista de cuanto transeúnte pernoctara por el frío, a veces, y siempre acogedor muro del Malecón habanero.
Pensé que era injusta porque eso es del deleite de todos. Por supuesto, a mayor edad no se disfruta tan desmedidamente por las restricciones conocidas, pero se goza igual, hasta donde puedes gozar y tus condiciones te lo permitan.
El problema es que eso no tiene límites de edad ni sexo. Es tan amplio el diapasón de formas y contenidos que, aunque se ha querido resumir, agrupar, clasificar en diversos libros, folletines, documentales y otros tipos de audiovisuales artísticos o no…, nadie ha logrado sentar una cátedra al respecto: ni como profesor, ni como alumno aventajado.
Eso, aunque no lo parezca, es uno de los más efectivos modos de intercambio social. Además de la satisfacción física y espiritual (sí porque también tiene su toque etéreo y, por supuesto, afrodisiaco), su placentera realización es capaz de profundizar la más profunda muestra de compatibilidad; limar asperezas y servir como colofón de reconciliación ante las más ásperas contradicciones.
Quizá la manera más tradicional, mejor dicho, la que más tenemos a mano (nunca mejor reflejado), es la de efectuar eso sin compañía, de manera solitaria. Puede parecer aburrido, pero al final, como dice el viejo proverbio: El fin justifica los medios.
No obstante, al igual que los deportes, o juegos infantiles, eso se puede realizar en pareja, y en grupo de tres o más participantes, hasta un número ilimitado de elementos. En cada caso con costos e insumos diferentes, pero igual de divertido y necesario.
¿Dije necesario? Pues sí, es imprescindible, tanto es así que sin hacer eso no podríamos vivir, o apenas viviríamos… De esta manera podría plasmarlo el más avezado poeta en sus versos, el más inspirado músico en su canto, el más hondo escritor en su prosa porque vivir sin hacer eso… ¡vivir sin comer, no es vida!
Ya sé que algunos lo han intentado en huelgas, férreas dietas, destacados movimientos en contra del consumismo y la gula…, pero, señores, no sé ustedes, pero yo, yo solo pienso en eso.