Me detuve a observar, hace unos días, a un estudiante de Medicina que caminaba por una calle de la capital. El aspecto del joven podía atraer fácilmente la atención de otros: lucía un peinado poco usual —de esos que muchos llaman «el bistec»— y unos pantalones de uniforme abusivamente modificados.
Cada vez que un funcionario asciende o es removido —no siempre se sabe por qué—, resuenan las hondas reflexiones que en aquel artículo: El cuadro, columna vertebral de la Revolución (1962), esbozara el adelantado Che Guevara, el inconforme visionario que no concebía hacer la Revolución para adormecerse, sin pensarla y enjuiciarla cada día.
Se ha cerrado un ciclo en la historia de la nación argentina, así lo ha estimado Adolfo Pérez Esquivel, al comentar la muerte del ex general y dictador Jorge Rafael Videla, representante de una política que se implementó en Argentina y en Latinoamérica al auspicio de los intereses imperiales de Estados Unidos, y que en su caso partió del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 que lo mantuvo en el poder hasta 1981.
En Las Tunas, de pequeño, conocí la nieve. Que recuerde, fue uno de los primeros regalos de los tantos que me obsequió mi abuela, a quien sus padres decidieron inscribir con el nombre de Alicia, aunque para el universo vivió y murió como la Niña. Imagino que debido a su eterna sonrisa infantil y a esa inocencia que la engalanó de principio a fin.
Se han quedado mudos los llaveros. Pareciera que Willy se ha marchado y no se los quiso llevar. Los ha dejado colgados en su cuarto cual las medallas de amor y simpatía con que fue condecorado por el ejército de gente que lo quiso, cuando nos enseñó el exacto valor de la alegría.
Quisiera haber sido su esposa. ¿Cuántos sueños no le hubiese cobijado entre mis brazos en esas noches de insomnio, con la cabeza sostenida entre las manos intentando reproducir todo lo que quería dar? ¿Cuántos desvelos no le hubiese acompañado con un abrazo tibio?
En Libia, los grupos armados que fungieron como peones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la cruzada contra el régimen de Muammar al-Gaddafi, secuestraron la política, de manera que el actual Gobierno podrá hacer poco por eliminar la inseguridad heredada de la guerra imperialista contra esa nación norteafricana. Presionado por estas bandas, el Congreso Nacional General aprobó una ley que excluye del Gobierno o de cualquier otro puesto de responsabilidad, por un período de diez años, a quienes ocuparon alguno de esos cargos desde el 1ro. de septiembre de 1969 hasta octubre de 2011, cuando el líder libio fue asesinado, y con ello las grandes potencias finalizaron su campaña de bombardeos.
Le convido a responder honestamente: cuando juzga los actos ajenos, ¿reflexiona en cómo reaccionaría si se encontrara en análogas circunstancias? ¿Se preocupa por saber cómo se sentirán los que pueden ser afectados por lo que haga o decida? Si tuvo un mal día y convirtió a alguien en blanco de su mal humor, ¿medita luego en cómo le gustaría ser tratado aquel con quien ha estado interactuando?
Parece que la crisis económica que ha estado atravesando Estados Unidos desde finales de 2008 no ha afectado, en lo más mínimo, los bolsillos de la Casa Blanca.
El acuerdo adoptado esta semana entre Rusia y Estados Unidos para exhortar al Gobierno sirio y a los grupos armados que combaten contra el presidente Bashar al-Assad, a dialogar por una salida política y negociada de la crisis, enfrenta los mismos escollos de iniciativas anteriores, auspiciadas por Naciones Unidas y la Liga Árabe, y que resultaron en fracaso.