Se ha cerrado un ciclo en la historia de la nación argentina, así lo ha estimado Adolfo Pérez Esquivel, al comentar la muerte del ex general y dictador Jorge Rafael Videla, representante de una política que se implementó en Argentina y en Latinoamérica al auspicio de los intereses imperiales de Estados Unidos, y que en su caso partió del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 que lo mantuvo en el poder hasta 1981.
«Su fallecimiento no debe alegrar a nadie, tenemos que seguir trabajando por una sociedad mejor, más justa, más humana, para que todo ese horror no vuelva a ocurrir nunca más», enfatizó el Premio Nobel de la Paz, quien él mismo pasó 28 meses en las cárceles del régimen dictatorial y es un sobreviviente de los vuelos de la muerte en que los «subversivos» eran arrojados al mar. Videla, sin embargo, fue juzgado en democracia, como dijo este viernes el Gobierno argentino, y sus crímenes de lesa humanidad, luego de años y décadas de impunidad, fueron conocidos al abrirse los archivos de la represión, en los que todavía queda mucho por investigar.
Fue el instaurador de una de las más abominables dictaduras del continente, de abierta participación en el Plan Cóndor que la CIA de Estados Unidos impuso en el Cono Sur en los años 70 y 80 del siglo pasado, un pacto para colaborar en la represión entre las dictaduras de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay.
Videla, quien ordenó la eliminación de los llamados «subversivos» en la ESMA y otros tétricos centros de reclusión, tortura y muerte, falleció en su celda de la penitenciaría de Marcos Paz a las 8:25 a.m., cuando cumplía dos condenas, una perpetua y otra de 50 años de cárcel. La primera, dictaminada por un tribunal federal en la ciudad de Córdoba que lo encontró responsable de los delitos de imposición de tormentos, homicidio calificado y tomentos seguidos de muerte de 31 prisioneros políticos; y la segunda, por el robo de hijos de personas desaparecidas por los militares represores bajo su mando y que fueron entregados a familias afines al régimen militar de 1976-1983.
Todavía debía ser condenado, junto a otros 20 imputados, por violaciones a los derechos humanos en el Plan Cóndor. Durante la dictadura argentina (1976-1983) se calcula que las fuerzas armadas secuestraron, asesinaron o desaparecieron a 30 000 personas. «Los desaparecidos no están, no existen», dijo Videla en 1977.
Estela de Carlotto, representante de las Abuelas de Plaza de Mayo, comentó que «deja la faz de la Tierra un hombre deshumanizado, sin escrúpulos» que puso en práctica «un plan de exterminio» y «sigue jactándose de lo que hizo».
Jorge Videla nació en 1925 en una familia de militares, y repitió el hacer de su padre, el teniente coronel Rafael Videla, quien también participó en un golpe de Estado contra el entonces presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, en 1930.