Ante la visión atiborrante de una mesa sueca, dudas qué comer, comes y al final te quedas posiblemente sin haber probado lo más sabroso, aunque no fuera, a simple ojeada de comilón, lo más apetitoso. Pero, abusando del nombre de la mesa, te haces el sueco y olvidas lo que dejaste sin comer para recordar lo comido.
Cuentan que era miércoles, un día de esos harto complejos, donde todo se complica, aunque en realidad, de nacimiento, ella siempre fue medio «atravesada». Cuentan que «dio guerra» hasta el final, fue obstinada, perezosa, irreverente con el vientre materno, desequilibrada nata desde la placenta.
Cierta vez varios amigos conversábamos, y entre anécdotas y bromas uno de ellos preguntó jocosamente: «Médico… ¿no me puede recetar una de esas pastillitas azules…?». Las carcajadas avivaron el ambiente después de otras ocurrencias de algunos presentes.
El último gran recurso de ciertas personas —sospecho que enfermas de burocratismo— es echar mano a una frase a la que casi convierten en dogma: «No generalices».
Cuando se trata de pasarle la cuenta a gobiernos que optan por una política soberana o que se niegan a acatar agendas de los centros de poder, las grandes potencias se las arreglan para invertir en contiendas bélicas que resultarán en ganancias geoestratégicas y en un gran botín de riquezas: petróleo, gas, uranio… Así ha sido siempre.
No solo admiro a mi madre por las razones elementales que todos —o casi todos— tenemos para admirar a las madres. No se trata de la cuenta enrevesada que hace para llegar a fin de mes, ni la manera loca en que desbarata los cables de corriente para arreglar la hornilla eléctrica.
La derecha venezolana está de júbilo. Por fin, después de tanto esperar, creen que sus deseos se harán realidad. Desde el 2002, cuando por un par de días sacaron de Miraflores al líder de la Revolución Bolivariana, el Comandante Hugo Chávez Frías, para después tener ellos que salir corriendo, han hecho todo lo posible por tratar de desestabilizar al país. Paros petroleros, elecciones para sacarlo del poder por medio del revocatorio, barraje de propaganda, etcétera.
Para ella, una vela nunca más será fuente de luz, ni una botella un oasis para calmar la sed. Tampoco el infierno podrá acomodarse a las imágenes descritas en la literatura de las diferentes lenguas. Ella tiene solo cinco años y sabe que el infierno puede durar 40 horas completas a manos de dos violadores.
El presidente estadounidense, Barack Obama, está recibiendo presiones de muchas partes de su Gobierno, del Congreso y del lobby israelí para que autorice una intervención militar directa en Siria. Se encuentra atrapado en sus palabras: en agosto de 2012 afirmó que si el Gobierno de Damasco usaba armas químicas, estaría cruzando la «línea roja» que obligaría a Washington a tomar cartas en el asunto de una manera más agresiva. Lo repitió en marzo de este año. Ahora, agencias de inteligencia aseguran tener información sobre el presunto uso de ese tipo de armamento en la nación árabe. La misma historia de Iraq en la era bushiana.
Con ese apodo nadie lo imaginaría en el agua, no chapoteando como indica la lógica ante el sobrenombre, sino maravillando a incrédulos y fanáticos, volando sobre la piscina para dejar siempre una promesa en el aire, ese halo de esperanzas que solo transmiten los verdaderos campeones. ¿Será el primer pollo acuático de la historia?