El dinero puede guardarse en los lugares más recónditos. Por ser un bien preciado —a veces demasiado—, es posible saber de quienes lo tienen debajo del colchón de la cama, al final de alguna gaveta en el armario e incluso enterrado en el patio de la casa.
La col, al igual que la habichuela, es de lo más recomendable para la digestión. Vaya a usted a saber por qué artes de la bioquímica, pero el caso es que, al comerlas por un tiempo y de manera seguida, en algunos organismos desaparece el mal rato a la hora de ir al baño. Nada de suspiros y sudores o las semejanzas de que se está en un parto de trillizos o soportando las presiones de un avión en picada, como parodian los caricaturistas a ese tipo de lances.
En algunos aspectos de la vida cubana, nos puede estar pasando como a la corneja de la fábula, que pretendía engullirse a dos pichones: por haber querido disfrutar de dos comidas, se quedó sin ninguna…
Exiliado en México, José María Heredia se refería con orgullo a «nosotros los americanos». Aludía al universo que se extiende al sur del Río Bravo y alcanza el arco de las Antillas. «Tan cerca de los Estados Unidos y tan lejos de Dios», acostumbran decir los mexicanos. En una etapa más reciente, Fidel señalaba que, a diferencia de lo ocurrido en otros continentes, los enfrentamientos armados entre nuestros países han sido relativamente escasos.
Cuando en Cuba se ve un molote de gente solo caben dos preguntas: «¿qué están vendiendo?» o «¿quién está ahí?». La primera se descubre por las malas caras, por el hastío de la espera; la segunda se revela por el alboroto. La Feria del Libro resulta un raro caso donde pueden converger ambas razones: que un escritor de fama venda un libro es causa suficiente para la apoteosis.
Extraña sensación es esa de descubrir, en un instante, que hemos vivido un buen tramo de nuestra vida. Ya pasaron 13 años desde que estuve en el mismo punto, tras verdades en suelo venezolano. Y a mí, cosa rara, me parece que fue ayer cuando vi la mirada increpante del indio en la selva amazónica, su torso desnudo, su pelo negrísimo, el resto del cuerpo apenas cubierto por un pedazo de saco, y sobre su hombro duro y cobrizo, un racimo de plátanos.
Hace unos días en el Congreso Internacional Pedagogía 2017, el teólogo brasileño Frey Betto contaba que entre las preguntas difíciles que realiza cuando visita una escuela en su país, está la relacionada con la educación sexual que reciben los alumnos, porque en realidad lo que se les enseña es solo cómo prevenir enfermedades sexualmente transmisibles.
Extrañaba las carcajadas, las manos suaves de Luisito y los juegos en el parque los fines de semana. Hace meses la había abandonado en un rincón de la habitación lejos de los rayos del sol y el alboroto de la ciudad. Ya ni siquiera recordaba tantos momentos felices en compañía de sus amiguitos del barrio. Todo había cambiado aquella tarde…
La anécdota se ha vuelto lugar común en la familia. La erudita tía se esforzaba para que su sobrina, casi adolescente, se acercara a libros y obras de arte, a lo más refinado de la creación. Pero la muchacha, ni modo. Aquel día, algo le «llenó la cachimba» y soltó sin meditarlo:
El que inventó los motivos nació un día cualquiera; en un sitio que no salía en muchos mapas, pero al que todos los medios de difusión le dedicaban un espacio. Vino al mundo con sueños por las rodillas, deseos por los codos y una realidad en la frente que pesaba más que su propio cuerpo y lo obligaba desde sus primeros pasos a andar mirando al camino, ese que aunque incierto se antojaba maravilloso para alguien premiado por las culpas de otros, que antes de su nacimiento pensaron un vasto mundo según sus propios deseos. Un mundo donde las guerras no eran solo con las armas en la mano, donde la libertad, según algunos, se compraba en una cadena de supermercados o venía con una etiqueta.