El busto del Apóstol en la Plaza Martiana es obra de la gran escultora cubana Rita Longa Autor: Juventud Rebelde Publicado: 19/05/2019 | 08:32 am
LAS TUNAS.— Tal y como ocurrió con la mayoría de las comarcas cubanas, José Martí jamás visitó la nuestra. El prolongado exilio político que le fue impuesto por los colonialistas españoles, y la entrega en cuerpo y alma a la causa de la independencia nacional, le impidieron recorrer el país como hubiera deseado. No obstante, hechos concretos lo vinculan de alguna forma con la cultura, la identidad, el patriotismo y la historia en general de este territorio.
El tunero Manuel Nápoles Fajardo dirigía en 1868 el periódico El Álbum de Guanabacoa. Al revisar un número de ese año, un investigador encontró «lo que sin dudas constituye el primer trabajo de Martí en letra impresa». Se trata de un poema dedicado a Micaela Nin, esposa de su maestro Rafael María Mendive, con motivo del fallecimiento del hijo mayor del matrimonio. Mientras no se demuestre lo contrario, el tunero Manuel Nápoles Fajardo fue el primer editor de Martí.
Otro nombre que vincula al Apóstol con los anales de Las Tunas es el de Mercedes Varona González, primera mujer caída en combate por la causa de la independencia criolla. «¡Viva Cuba! ¡Fuego, cubanos, poco me importa la vida si la patria se salva!», gritó la heroína al caer abatida por las balas peninsulares el 1ro. de enero de 1870. En honor a su memoria, José Martí le puso el nombre de Mercedes Varona González al primer club femenino que fundó en el exilio.
Un hecho con olor a pólvora también establece nexos entre Las Tunas y el más universal de los cubanos. Fue en agosto de 1897, cuando las tropas del Mayor General Calixto García tomaron la ciudad. En aquel combate se destacó como artillero mambí José Francisco Zayas-Bazán, «El Ismaelillo», hijo del Apóstol. Fue tal su arrojo que lo hicieron teniente. La orden de ascenso dice: «Por su heroico comportamiento, servido en el cañón en la toma de la ciudad de Tunas de Bayamo».
A Martí se le recuerda por acá con la Plaza Martiana, inaugurada el 25 de marzo de 1995, en ocasión del Centenario del Manifiesto de Montecristi. Su reloj y calendario solares son únicos en el planeta. Este último se basa en el principio del movimiento de las sombras, al cual recurre para marcar fechas como el natalicio y muerte del Maestro. Una de sus singularidades más admiradas por los visitantes es que cada 19 de mayo, aproximadamente a la hora de su muerte, se proyecta un cono de luz sobre su mascarilla de bronce.
A lo largo de la historia, los tuneros hemos venerado a Martí por lo que significa para nuestra identidad nacional. En la ciudad, una calle se dignifica con su nombre. También lo ostentan la Biblioteca Provincial, el Palacio de Pioneros, numerosos centros estudiantiles y múltiples entidades del Estado. Un busto suyo engalana el recodo norte del céntrico parque Vicente García. Y otros tantos presiden las fachadas de humildes escuelitas rurales en todos los municipios.
La gente menuda, por cierto, suele declamar ante la efigie de quien escribió para ellos La Edad de Oro algunos de sus Versos Sencillos. O redactar una composición con el tema de La Muñeca Negra. ¡Hasta bosques martianos germinan con las plantas que él menciona en su Diario de Campaña!
Martí no estuvo jamás en Las Tunas. Pero, desde el mismo día de su nacimiento, nos llegó para quedarse. Casi lo podemos distinguir en la casita aledaña a la Plaza Martiana, réplica de aquella de la calle Paula en la que vino al mundo el 28 de enero de 1853. Lo tenemos por acá desde entonces. Aquí y en toda Cuba. Un par de versos suyos lo confirman para siempre: «Yo vengo de todas partes, y hacia todas partes voy».