Se nos escurrió (casi) otro año. Y nuevamente vimos partir al infinito a algunos de los seres que coloreaban nuestro entorno más íntimo. Y de nuevo nos nacieron, en la interacción diaria, seres de bien que nos trajeron una racha de estrofas protectoras e invisibles.
Las maniobras de Washington en Asia-Pacífico desmienten sus afirmaciones de que no pretende contener a China y evidencian que carece de la responsabilidad que pide al gigante asiático. Sí tiene una responsabilidad de otro tipo, entendida en un sentido diferente del término: la de responder por las impredecibles consecuencias de sus actos
China y otros países de Asia-Pacífico ven con preocupación que la reorientación de la política exterior y de seguridad de Washington hacia la región, lejos de propiciar su integración armónica a la misma, procura asegurar, sin importar las consecuencias, su liderazgo allí
Australia, obsesionada con un mayor reconocimiento como potencia de Occidente, participa activamente en la estrategia liderada por Washington que procura el consenso de la opinión pública mundial para emprender acciones drásticas contra Gobiernos «incómodos». Siria es ahora el blanco
Quienes creen que Australia pudiera llegar a «inclinarse» hacia China, subestiman su sentido de pertenencia a la civilización occidental y la «amenaza» que percibe en la emergencia del gigante asiático como potencia regional, así como los indiscutibles beneficios que le reporta su alianza con Washington
Otros factores además de las sólidas relaciones económicas con China pueden estar incidiendo en que Australia se incline por una línea de acción en relación con ese Estado más pragmática y moderada que la deseada por EE.UU.: entre ellos, la percepción de Canberra acerca de la emergencia de Beijing como potencia regional y sobre la posibilidad de que no pueda contar con su principal aliado en la medida que lo requiera en determinada coyuntura