El tiempo político de la actualización del modelo socialista cubano ha sido expresamente declarado: sin prisas, pero sin pausas.
Hay quienes pierden el sueño por defender la belleza; no escatiman tiempo ni esfuerzos para presentar a los demás algo con qué aliviar el espíritu. Ellos son imprescindibles para los días que vive el país. Siento que así es porque —como pensara el insondable poeta y cubano José Lezama Lima luego de haberse nutrido de las sensibilidades más finas nacidas a lo largo de la humanidad— lo bello es lo justo; y porque, a tenor de esa hondísima definición, estamos sedientos de lo hermoso, de lo bien hecho, de aquello que parezca susurrar a nuestra autoestima: «Yo te respeto».
Veintiuno de septiembre de 2012. Un solo vistazo al panorama político y social en todo el orbe y no se vislumbran más que guerras, conflictos, muertes, hambre, una ecología en crisis, gastos millonarios en armas…. Nada que nos ofrezca un ápice de seguridad para celebrar en esta jornada del Día Internacional de la Paz, al parecer una utopía difícil de alcanzar.
Todavía con ciertas dudas pregunto: ¿Es la capacitación el antídoto para el descontrol? La cuestión realmente me inquieta, acaso por una tendencia visible: descubren problemas en el proceso productivo de ciertas entidades y una de las medidas que se adoptan —a veces la única— es la superación.
El III Clásico Mundial de béisbol comienza mañana, aunque para los aficionados cubanos el torneo no sea la noticia del momento. Por ahora, su atención está centrada en la nueva estructura de la Serie Nacional, algunos detalles de esta que quedaron en el tintero, y el llamado a filas, precisamente mañana, de la preselección para elegir el grupo que sostendrá próximamente varios topes de preparación con elencos europeos y asiáticos.
El tabaquismo sigue aceptándose por muchos como un estilo de vida y una costumbre, sin distinción de sexo, edad y sector social. Es la causa más importante de enfermedad y muerte prevenibles.
Puede que la democracia directa o en estado puro, como aquella que se dice practicaron los griegos antiguos, sea la mejor forma de tomar decisiones colectivas. Pero incluso en tan lejanos tiempos de Platón y Aristóteles, esa disposición a la consulta del pueblo —demos según el griego más arcaico— en aras de la armonía social, jamás encontró el consenso absoluto.
Las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) han vuelto a resonar como campanas de júbilo. Por un tiempo ya avejentado tañeron como si llamaran a silencio. Surgieron por un acuerdo del Buró Político del Partido Comunista en 1993, y más tarde el Decreto Ley 142 les dio naturaleza legal. En síntesis, las áreas de granjas estatales pasaron a propiedad usufructuaria de los trabadores, y los implementos de trabajo les fueron vendidos. Es decir, empezaron a respirar con deudas, que es como jadear, pero el país las clasificó como un paso en la descentralización de la economía agrícola.
Hace unos días en La Habana, en un lugar de cuyas calles es mejor no recordar nombres, descubrí un detalle que parecía brillar en medio de un paisaje hostil (marcado por el desorden, el ruido, el hollín que nadie ha quitado en años, y desechos mal ubicados a pesar de los contenedores). Se trataba de un lindo pez que alguien tuvo la delicadeza de dibujar y empotrar en una pared-esquina.
Muchos se aprovechan hasta la saciedad de esa falta de persistencia para eliminar —o al menos mantener en una baja prevalencia— ciertas conductas enraizadas que, sin constituir un delito, causan malestar y enrarecen la cotidiana existencia.