Todavía con ciertas dudas pregunto: ¿Es la capacitación el antídoto para el descontrol? La cuestión realmente me inquieta, acaso por una tendencia visible: descubren problemas en el proceso productivo de ciertas entidades y una de las medidas que se adoptan —a veces la única— es la superación.
Y claro que nadie pone en duda ni minimiza el efecto de la capacitación para adquirir conocimientos que contribuyan a mejorar el desempeño de una actividad determinada.
Es cierto que mientras mejor formados estén los recursos humanos de una empresa, más se beneficiará su imagen. Se elevarán la eficiencia y la calidad, algo que al país le urge, especialmente ahora que actualiza el modelo económico hacia formas óptimas de gestión, producción, distribución y control.
Pero de ahí a considerar la capacitación como la garantía, el non plus ultra del cumplimiento del deber…
Para acercarnos cada vez más a este ideal se precisa de mayor responsabilidad y exigencia, identificar bien las metas y propósitos, dinamizar la participación de los trabajadores y fortalecer el sistema de inspección interna, estimulando la disciplina y el acatamiento de la legalidad.
Sin tener claridad sobre lo anterior, la adquisición de conocimientos puede terminar convirtiéndose en víctima. El conocimiento es también un recurso y se ha de disponer de una estrategia para usarlo y hacerlo crecer. Se podría hacer un experimento interesante: contabilicemos, por ejemplo, los cursos de superación que se imparten y toman, y contrastémoslos luego con la realidad. Muchas veces los ingentes esfuerzos de los especialistas que brindan la capacitación quedan atrapados en gavetas, o en un bloc de notas para la próxima edición del posgrado... ¿Y el futuro?
Un sitio en Internet con información especializada en capacitación de recursos humanos subraya que, para que sea de verdad una inversión, se debe lograr primero que la gente asista; segundo, que aprendan; y tercero, que apliquen luego lo aprendido en aras de ver en cada dificultad una oportunidad.
Sin embargo, se aclara que para lograr mejorías es preciso dar un seguimiento adecuado que permita verificar, controlar y evaluar el trabajo diario, porque un curso no puede resolver la carencia cotidiana de miradas a los problemas que tenemos enfrente.
Según la Oficina Nacional de Estadística e Información, 3 053 367 personas recibieron capacitación, entrenamientos, diplomados, maestrías, especializaciones y doctorados del año 2005 hasta el 2010. Esta cifra significa que más del 33 por ciento de la población cubana se preparó en su perfil profesional durante ese lapso. O sea, existe en muchos sectores el potencial para asumir con calidad y eficiencia los procesos productivos.
Para adelantar en este tema viene en nuestra ayuda la Resolución no. 60/11 de la Contraloría General de la República. Esta norma el control interno; aporta una guía de autocontrol que constituye en la práctica una herramienta muy útil para la comprobación documental y física de las tareas individuales y generales de la organización (empresa); y sirve de retroalimentación.
No sería capcioso preguntar entonces, si existen todas esas posibilidades (guía de autocontrol y capacitación constante y científica), ¿a qué se deben determinados incumplimientos en sectores o áreas de trabajo cuyo adecuado manejo no depende de importaciones de equipos o financiamiento?
«No ha existido ni existirá una Revolución sin errores», dijo el General de Ejército Raúl Castro, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, pero añadió que lo grave y bochornoso sería no profundizar en ellos y analizarlos para extraerles las enseñanzas y corregirlos a tiempo.
En eso estamos todos de acuerdo. Solo falta lograr que, aun cuando la capacitación se incremente, reinen la sistematicidad, la organización, la planificación y el control efectivos. Solo entonces seremos eficientes.