El tabaquismo sigue aceptándose por muchos como un estilo de vida y una costumbre, sin distinción de sexo, edad y sector social. Es la causa más importante de enfermedad y muerte prevenibles.
Hasta cerca de la mitad de los fumadores crónicos pueden morir por la adicción. Según estimados, en este siglo el número de defunciones por esta causa podría alcanzar la astronómica cifra de mil millones de personas.
Para algunos expertos, son dos los principales pedestales del elevado consumo. Por un lado, la gran capacidad adictiva, y por el otro, la misma industria tabacalera. Esta última, mientras obtiene grandes ganancias, se comporta en diversos espacios como un poderoso vector carente de ética.
Cuando los grandes productores empezaron a chocar en muchas naciones con un mercado minado por la absoluta restricción de cualquier promoción pública, entonces recurrieron a otras acciones de mercadotecnia. Entre ellas, la publicidad a través de la misma caja de los cigarros (en otras partes del mundo se conocen también como cigarrillos).
También empezaron a concentrar su atención en un receptor vulnerable: los adolescentes. Y ya es una realidad que la mayoría de los fumadores se entregan al fatal hábito antes de alcanzar los 18 años de edad.
Es un grupo donde, a la tendencia a la adicción después de probar el primer cigarro —muchas veces incitados por la curiosidad o el deseo de ser mayores e independientes—, se añade otro hecho: la lealtad a una marca que casi siempre concuerda con la fumada inicialmente.
Aunque imperceptible para la mayoría de las personas, el diseño de muchas cajetillas encierra una comunicación simbólica de la marca y se hace atractiva a la vista de los adolescentes. Son estudios de mercadeo cuidadosamente examinados por la industria, donde cada detalle del diseño tiene un sentido atrayente, como el color, el tamaño, los trazos y la calidad de impresión, entre otros. Todo es gancho comercial, en aras de la competencia y el consumo, sin importar la salud.
Por esta razón, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprueba la imposición gradual, por parte de los países miembros del Convenio marco para el control del tabaco, de algunas regulaciones recomendadas en el empaquetado y el etiquetado de los productos del tabaco. Entre estos encontraremos la implementación de advertencias con imágenes que cubran la mitad o más de las principales superficies expuestas de las cajetillas y la eliminación de palabras engañosas.
Sin embargo, es otra la medida más debatida por estos días: la introducción práctica del empaquetado sencillo.
Desde hace años, varias investigaciones han confirmado que cuando se elimina la marca del producto en el embalaje, así como también los sugestivos diseños y colores, disminuye de manera importante la atracción y el gusto de los jóvenes —especialmente de los adolescentes— por los cigarros. De igual modo se logra reducir las percepciones erróneas acerca de la nocividad del hábito de fumar e incrementar las advertencias de salud.
Con estos datos, Australia decidió ser el primer país que venderá cigarros en paquetes sencillos. Todos estarán estandarizados con un color aceituna, sin identificación de la marca, y poseerán una gran advertencia de salud. La medida entrará en vigor a partir de diciembre del 2012.
Para llegar a este avance, enfrentaron el contraataque de grandes emporios como la Philip Morris —la compañía de tabaco que produce los cigarrillos Marlboro—, quienes ven con mucha preocupación la pérdida de uno de sus últimos bastiones de la mercadotecnia.
Estas tabacaleras presentaron litigios a niveles nacionales e internacionales. Por suerte, en agosto del 2012 el Tribunal Supremo del país continente desestimó el recurso. A partir de ahora se espera que esta victoria tenga un efecto dominó, donde ya hay naciones que se han planteado adoptar similares medidas, como Nueva Zelanda, Gran Bretaña, Tailandia, Panamá y Uruguay. ¿Y por qué no también en Cuba?
Esperemos que poco a poco todas las acciones encaminadas a disminuir el tabaquismo, como el empaquetado sencillo, lleven a disuadir a los jóvenes que un día pretendieron quemar su salud con un cigarrillo en la boca.