Una breve hojeada al humanismo martiano nos muestra al Apóstol como un exponente esencial en el enfrentamiento a la cultura dominante hoy en el mundo, la del sistema capitalista, la que no aboga por la justicia social, por la eticidad del comportamiento humano, por el humanismo concretamente. Y no es casual, no es una anomalía del capitalismo, es así como funciona, esa es su razón de ser. No son el humanismo, la dignidad, la sinergia entre Derecho y ética, el equilibrio en la propia materialización de la justicia, caracteres de dicho sistema; por lo tanto no podíamos esperar menos de Martí que su afiliación a una cultura que tiene su base en el respeto a la dignidad humana, a la facultad de los seres humanos de asociarse, al ser bueno y justo.
Papá sabe mucho. Es de los pocos hombres sabios que conozco, aunque en ocasiones también se pueda equivocar. Él es ingeniero civil y geofísico, dos carreras que le costaron años de estudio en La Habana, Camagüey y Holguín.
Se iba a presentar un libro sobre su vida y yo estaba allí, cerca de la fuente evocadora en el parque de Media Luna, mirando los ojos en lágrima de hombres o mujeres.
Vista en el mapa del planeta, Cuba aparece como una estrecha lengua de tierra ante las fauces abiertas del Golfo de México. Colón topó con ella en su primer viaje, pero la base de operaciones de los conquistadores se estableció en la cercana isla de Santo Domingo. Obsesionados por la fiebre del oro, los colonizadores se apresuraron en asentar las primeras villas en nuestro territorio, boscoso y feraz, donde el ganado se multiplicaba en libertad entre tanto pasto natural. Muy pronto, defraudados por la escasez del metal precioso, los más audaces se lanzaron a otras aventuras en México y en la Florida. Cuba parecía condenada a agonizar en anemia incurable y una demografía en descenso.
En octubre de 2015 Juventud Rebelde arribará a sus cinco décadas. Y como ya es costumbre, en coincidencia con cada aniversario cerrado, se alista para desarrollar este año un nuevo Estudio de Lectoría, que permitirá conocer valoraciones de los contenidos de mayor impacto y diagnósticos actualizados de las audiencias consumidoras de un medio que, a pesar de su experiencia cincuentona, se concibe y proyecta con alma joven.
Dayana es una joven como la mayoría de su generación: delgada, pelo laceado a la fuerza, ropa ceñida y corta, según el último grito de la moda. Y como para «encajar» aún más en su grupo, muestra todas las tardes, tras la culminación del horario escolar, una imagen poco grata para cualquier ciudadano de este siglo XXI.
Mayabeque es la provincia más joven del país, aunque solo por unas horas, ya que su hermana Artemisa nació en la mañana, y ella unas horas después, en la tarde del 9 de enero de 2011. Ambas surgieron por lógicos reordenamientos y búsquedas más racionales que han sobrevenido con los tiempos actuales.
Coppelia habanero de la calle 23. Sábado en la noche. Mientras todas las áreas poseen su enorme cola, esta permanece desierta. Afuera, las disímiles filas están creciendo cada vez más, pero por esta zona no deambula nadie. A cada rato vemos a alguien que traspasa la guardia del agente de seguridad y nuestra cola se alarma. Pero no está colado el supuesto foráneo, sino que va hacia este lugar impensable para quienes aguardamos (in)tranquilamente por nuestro turno.
Viviendo en Miami y otros lugares de América Latina desde enero de 1962, no fue sino hasta mediado de los años 70 que mi percepción sobre lo que estaba sucediendo en Cuba empezó a cambiar. Unos pocos años antes de que se realizara el diálogo entre el Gobierno cubano y algunos emigrados, comencé a ver el proceso revolucionario desde una óptica diferente a la que, hasta aquellos años, estaba acostumbrado a verla. No participé en aquella reunión habanera. Nadie me invitó. Pero aunque hubiera recibido una invitación, dudo mucho que hubiera acudido a la misma. Aún yo no estaba listo para tomar tan tremendo cambio de rumbo. En realidad, en aquella época me dedicaba a hacer dinero, viajar por el mundo y a hacer una familia. Mis inquietudes políticas, hacía años que ya las había abandonado. Algunos amigos míos que sí participaron me contaron en detalle lo que allí se habló.
Vestido con un mono deportivo rojo y un pasamontañas negro, agobiado como estaba, salió a dar un paseo por el mismo camino de siempre, corredor de permutas como era, haciendo su maratón acostumbrado. Mas sentía un sobresalto por lo nuevo, esas mariposillas alborotadoras que llevaba dentro sacándole latidos. En un rato se mudaría del pequeño apartamento en que había permanecido por 12 meses, a uno quizá del mismo tamaño, delimitador de otro espacio en el tiempo de su existencia, pero desconocido.