Desde el mismo día en que nací, un equipo de médicos y enfermeras lucharon sin reservas por mi vida. Estos tratamientos millonarios a mi familia no le costaron un centavo, ni tampoco los tratamientos que he recibido hasta ahora. Y como todo joven tengo miles de derechos que hoy les son negados a otros en el planeta, como el de la inclusión.
Distintos procedimientos institucionales están destinados a certificar la calidad de los productos con vistas a garantizar su presencia en un mercado competitivo cada vez más exigente. Sin embargo, el concepto de calidad trasciende el ámbito de las demandas del comercio exterior, sobre todo, en un país llamado a mantener un proyecto socialista.
«Lo que te llevas es una joya», escuché decir a una mujer, mientras estaba en un punto de venta de libros de cuentapropistas de añejas ediciones tratando de descubrir algo novedoso, o raro, en medio de la Feria del Libro en Santa Clara.
En el famoso cuestionario de Bernard Pivot, que suele emplear el presentador del otro tan popular programa Desde el Actors Studio, aparece una pregunta que es respondida por los famosos con particular originalidad. «¿Qué te gustaría que te dijera Dios si llegaras al cielo?», inquiere el entrevistador, quien nunca se ha encontrado con un interlocutor cubano.
Los autos, motos, camionetas, microbuses, paneles y camiones particulares han incorporado a su estética pinturas de disparos, manchas al descuido, nombres en inglés, colores fosforescentes… Sus dueños deciden qué prefieren para llamar la atención.
A mí también me hubiera gustado venir a caballo de Imías o Maisí a Baracoa. Me hubiera gustado como aventura, y quién sabe si por el sentimiento que tenían los veteranos de la guerra de independencia cubana que cabalgaban hasta esta región para rendir culto a los expedicionarios que desembarcaron el 1ro. de abril de 1895 por Playa Duaba.
Absorto escuché la narración, que había comenzado con una pregunta: «¿No viste lo que le hizo Daddy Yankee al Príncipe?».
A los humanos nos ocurre con frecuencia lo que al ciervo que se miraba en una hermosa y cristalina fuente, en la fábula del escritor Félix María Samaniego: se admiraba de los enramados cuernos de su frente, pero «al cielo daba quejas tiernas, al ver sus delgadas largas piernas».
El concepto de imaginario colectivo se ha generalizado en una etapa relativamente reciente. Se refiere a la visión popular acerca de algunos temas importantes, entre ellos a cómo nos vemos y cómo valoramos otras naciones. En el caso de Cuba, la sicóloga Carolina de la Torre indagó acerca de este tema en el contexto de una investigación más amplia sobre nuestra identidad cultural. Apreciaba entonces nuestro alto grado de autoestima considerando sobre todo el desarrollo educacional del país y cierta inteligencia natural matizada quizá por el tradicional componente de bichería. Mucho debía, a mi entender, ese autorreconocimiento optimista a la obra de la Revolución y al desempeño de su proyección internacional, en contraste con la imagen que nos habíamos formado a causa de la profunda decepción provocada por la intervención norteamericana, la imposición de la Enmienda Platt con sus derivados, el fatalismo geográfico y la dependencia política y económica.
Fuimos a echar comida a los perros. Luego caminamos esas cuadras que hacen bien para la digestión nocturna. Me mostró al señor que lo saluda cada noche. Señaló la calle que recorre algunas veces. Contemplamos otra vez el destartalado parque infantil que ya ni cierra sus puertas porque pocos se atreven a entrar a semejante ruina de hierro.