Los autos, motos, camionetas, microbuses, paneles y camiones particulares han incorporado a su estética pinturas de disparos, manchas al descuido, nombres en inglés, colores fosforescentes… Sus dueños deciden qué prefieren para llamar la atención.
Puede que prolifere el mal gusto, pero cada cual decide qué hacer con sus bienes siempre que no alteren los reglamentos de viabilidad y tengan legalizada su documentación.
No así los estatales, a los que se enfoca este trabajo, y no pocos de los cuales exhiben por nuestras calles, como algo natural, marcas como la Nike o Adidas, confeccionadas por artesanos en planchas de acero níquel.
Pioner y Sony, y otras marcas de sofisticados equipos de audio están en las calcomanías pegadas en los cristales traseros o en otros sitios. Varios con la bandera cubana dentro de la manzanita de Apple…, o con muchas calcomanías ya deterioradas, que no se sabe de qué tratan.
Estos autos, motos, camionetas… pululan por nuestras calles. En sus centros existen los jefes de transporte, los directores de las empresas y pareciera que nadie, pero nadie, se fija en los vehículos bajo su responsabilidad.
A veces tienen simpáticas frases como «Si Dios te lo dio, que San Pedro te lo bendiga», pero otras rozan la amenaza, pues he visto en muchos medios del Estado el mensaje que reza: «¡Sin comentarios!», en clara alusión a que, quien los vea en algo de cualquier magnitud, no se entrometa.
Otras aluden a la envidia: «La envidia no mata, pero mortifica»; «Hablar de mí es fácil, ser como yo es difícil»; «El que me haga sombra se va ¡A que me mantengo!». Hay algunas llamativas como «100 por ciento Apple», ingeniosas como «Me 109 cito», y hasta groseras como la que muestra un dibujo de un hombre orinando, con chorro y todo, y que dice que si te molesta el «pito» (las comillas las pongo yo) espera.
Por supuesto, en Matanzas el cocodrilo se ha robado el show, pues está en todas partes, incluso de manera abusiva en los vehículos, como si fuera el logotipo del organismo o la empresa.
No pocos exponen indiscriminadamente calcomanías con la figura paradigmática del Che, a veces descoloridas, y no es que moleste saber que quien maneje o viaje en un auto asignado sea un guevariano, todo lo contrario; pero la propia figura del Che y su concepto de la rectitud debieran impedir que sucediera algo así.
Existen normativas para el cuidado de los medios de transporte estatales, es decir, reglamentos específicos en los centros de trabajo que deben ser cumplidos y revisados por quienes compete.
Por lo pronto, fíjese en la cotidianidad de nuestras calles y verá con asombro todo tipo de frases, dibujos en las defensas y guardapolvos, hasta en los parabrisas… Puede que hasta sonría de tal o más cual ocurrencia; sin embargo, inmediatamente comprenderá el absurdo y la desidia que rueda por cualquier ciudad o campo cubano.