Los participantes, inquietos, no soportan ya estar en las sillas o parados, llevan allí más de una hora esperando porque, al fin, se descorran las cortinas para iniciar el acto. Llegaron a las siete y media de la mañana, y son cerca de las nueve.
El campamento amaneció diferente. Los hombres espabilaron esta vez a los gallos. El trajín, acompañado de un susurro inusual, anunciaba una jornada sin precedentes.
Martí en la hora actual de Cuba es un gran desafío. Tenemos que pensar el futuro de nuestro país, no de «este país» porque pareciera que no somos parte de Cuba; prefiero llamarle nuestro país, ese al que Martí amaba y por el que derramó su sangre.
Hace años, Aarón Yelín realizó un breve documental titulado Muy bien. Mostraba una clase de dibujo en un aula con niños pequeños. La maestra conducía el proceso hacia el logro de una supuesta perfección. Despojaba a los niños de la capacidad de expresar su imaginario personal hasta alcanzar el estereotipo clásico del paisaje, la casita y las lomas al fondo. En sentido inverso, una experiencia en un pueblo de construcción moderna nombrado La Yaya evidenciaba el valor de la imaginación para el crecimiento armónico de la personalidad.
Mirar los toros detrás de las barreras parece infundirnos, en su estricto sentido real, una sensación de protección y seguridad, y en su lectura metafórica suele constituirse en oportuno recurso subjetivo para escapar del ruedo, donde somos inevitables protagonistas.
Durante dos Zafras del Pueblo a mediados de los años 60 del siglo pasado fui el único cubano que integró la brigada china de cortadores de caña voluntarios, creada para apoyar aquellas jornadas productivas.
Poco antes de morir, ese filósofo del cambio tecnológico que fue Neil Postman dictó una conferencia en la que lanzaba cinco advertencias en torno al día a día de los seres humanos de estos tiempos, en su relación con las nuevas tecnologías. Y en alguna parte, apuntaba:
Me ha rogado que salude los 50 años de JR Ricardo Ronquillo, un clarividente incansable que prestigia a este diario con su irreductible sueño de un periódico mejor y más comprometido con Cuba, desde la cercanía al ciudadano.
El Movimiento de Corresponsales Voluntarios de JR, allá por los finales de la década de los 60 y principios de los 70, me abrió las puertas del periodismo, como a otros colegas, en una época en que quedarse fuera de la noticia del día o dejar que se esfumara la buena, podía significar algo así como el fin de los sueños.
Aunque si comparamos inscripciones de nacimiento somos casi los mayorcitos dentro de los periódicos que circulan hoy en Cuba (solo salvados por la diferencia de días que nos separan de la fundación del diario Granma), a nadie le quedan dudas de que Juventud Rebelde es el periódico más joven, aun cuando esté soplando hoy sus 50 primeras velitas. Su carácter de eterno joven revolucionario está probado.