«La novela está buenísima», se repite la frase entre cubanos, recurrentemente, y así, con tal brevedad, la sabiduría popular hace justicia a la segunda temporada de Bajo el mismo sol, propuesta transmitida en un momento del día que resulta sagrado para millones de televidentes en el archipiélago.
Hay deleite en desmenuzar detalles que pudieran ser como notas silentes si no transitáramos con el afán de cazar sutilezas o estampas que parecen no encajar y que en algún instante se anuncian con todo sentido y redondez.
La esperas, y llega; no la esperas, y llega también. Ese es el ancestral lugar común que en el corazón del doliente se convierte en el más original de los sentimientos. Yo esperaba a José Manuel Galardy Alarcón en casa. Un par de días antes, habíamos hablado por teléfono; discutimos si debía ir yo a buscar el libro que él quería regalarme.
La historia es el legado de los siglos pasados que conforma las memorias de un país, región o cultura; pero más allá de su valor patrimonial, porta también el sentimiento y la actitud nacional ante los hechos del mundo.
Él ya estaba allí. Plantado en su pecho de andantes raíces, se enteró con los vientos de la Sierra que Emérita Segredo, la maestra, propuso a sus compañeros del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana la idea de subirle. Eran los muchachos de Gonzalo de Quesada y Miranda, así que no cabía esperar sino respeto.
Si tuviéramos que mencionar, entre todas las actividades sobre la faz de la Tierra, una que por excelencia ha puesto siempre al límite las capacidades humanas, coincidiríamos en señalar al deporte. Cada disciplina atlética exige más que sudor y entrega en pos de la victoria.
Si usted es de los que piensan que «el coco» asusta espere conversar con un microbiólogo. Esos especialistas le meten miedo al susto y les sobra razón.
A los obreros razonadores, mesurados, activa, lenta y tremendamente enérgicos, no los vencerá jamás, en lo que sea justo, nadie. José Martí. La América. Nueva York, septiembre de 1883
Algo así como el ajiaco cubano del sabio Fernando Ortiz, con aderezos posmodernos, fue lo que ayer cuajó por el aniversario 46 del diario Juventud Rebelde, cuando César Pedroso (Pupy) y su grupo amenizaron nuestra fiesta de cumpleaños en un sitio ecológico y aislado de fárragos.
Regresemos a lo ya dicho: sin el componente político, algunas de las transformaciones en la sociedad cubana podrían perder su esencia revolucionaria y socialista. Y ese aborto lo esperan, dando paseítos por los pasillos de la Internet, tanto algunos impacientes de izquierda —de una izquierda libresca y refunfuñona—, como de la derecha hostil y creyente en el «milagro» de ver destruida la continuidad de la Revolución.